Y ¿cómo no referirme a esas
alusiones, un poco crueles sin duda, de su compañero Guy Pérez de Cisneros en
el número inicial? Tenía noticia vaga de ellas; sólo ahora las veo en su
concreción, en su espíritu. Marinello y yo “mercenarios”, vendedores al extranjero
del esfuerzo que ahí se necesita…No protesto de la actitud; este pedir cuentas,
este ajustar a cada cual la responsabilidad de su conducta, es cosa saludable,
y así me inicié yo, y no otra cosa hice mientras viví allá. Pero sí protesto de
la inexactitud. ¿Sabe Pérez de Cisneros que yo desde que estoy en este país no
hago sino anhelar volver a Cuba? ¿Sabe que por mi terquedad en esa esperanza,
en ese propósito, he rehusado aceptar en esta tierra posiciones académicas muy
brillantes que se me han ofrecido bajo condición de permanencia? ¿Sabe que,
desde este exilio, no hago sino acechar la oportunidad de poder volver a Cuba
en forma que no tenga que esclavizarme desde que llegue, y que a ese afecto
aguardo se cree en la Universidad la cátedra de Historia de la Filosofía, para
ir a las oposiciones de ella y ver así de darle a Cuba lo que no quisiera estar
dando a gente extraña?
(En carta a José Lezama Lima,
abril de 1938)
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