Conozco los países socialistas (en algunos he residido algún tiempo); sé de los peligros que la cobardía intelectual pueden acarrear a esta sociedad que es la medida de la justicia y la libertad; pero en la misma medida en que cada uno de nosotros lo haga posible. No puedo, ni debo ocultarle a Lisandro Otero que, después de La situación, cuya importancia he destacado más de una vez públicamente, Pasión de Urbino es un salto a la banalidad, inadmisible a los 35 años.
Para él se abren además, las dos únicas opciones posibles a su profesión: el destino gris de burócrata de la cultura, que a duras penas podrá escribir divertimentos, o el del escritor revolucionario que se plantea diariamente su humilde, grave y difícil tarea en su sociedad y en su tiempo.
(A propósito de Pasión de Urbino, El Caimán Barbudo, 1967)
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