Este es el mismo Chochito que hace unos años, cuando yo estaba aún en Cuba, Juanelo, un historiador de Sancti Spíritus, flaco y con muchísimos años, lo hizo correr una cuadra frente a cultura provincial. El mismo Chochito que, unos días después de aquella estampida, me llamó a mí, que recién empezaba en ese mundillo literario, para un local de la Uneac y me pidió, con tremendo misterio, si le podía esconder unos linchacos de taekwondo en mi mochila para si lo revisaban, me dijo que para fajarse con Juanelo. Y yo le pregunté que si para fajarse con Juanelo le hacía falta esa mierda. Ese es el mismo Chochito que la penúltima vez que fui a Cuba y que alguien comentó que yo pensaba pasar por el taller literario provincial a saludar a las amistades, dijo, según me contaron varios, que se iba a fajar conmigo porque yo lo había ofendido, y que, según me contaron, se fumó una cajetilla de cigarros, uno detrás del otro esa mañana, no esperó la hora de almuerzo del taller y se fue temprano para su casa. Estos son los guapos de turno, los intelectualoides al servicio del sistema. Una partida de ratas amparadas en los órganos represivos que ellos defienden. Y no lo digo en ton de guapería, que con estos seres cobardes y oscuros sería ridículo y por, sobre todo, yo, a diferencia de ellos, no considero que esa guapería de barrio sea motivo de orgullo, yo encuentro mil veces más orgullo en la vergüenza y la honestidad.
(Publicado en Facebook, enero 2021)
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