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Tuesday, January 3, 2017

Haroldo Dilla vs. La Jiribilla y Ernesto Pérez Castillo

En primer lugar hay un artículo de alguien llamado José Sanz donde se usa como testimonio contra el libro de Rafa una supuesta opinión achacada a Vicente Verdú, quien habría confesado públicamente que no había otorgado su voto (como jurado) a este libro por considerarle "una mala guía telefónica". Lo que, de ser cierto, sería una falta monumental de ética y un derroche de arrogancia que sólo merece el desprecio. Y sólo utilizable por quienes, partiendo de un vulgar pragmatismo arropador de la debilidad, perciben al-enemigo-de-mi-enemigo-como-mi-amigo, sea este Verdú, Sadam Husein o Humala.
   Luego llega otro a cargo de Ernesto Pérez Castillo. Se trata de un cuentista no muy imaginativo, pero simpático, y reconozcamos que no ser pesado ya es una ventaja en este mundo. En este caso el articulista traba un combate heroico contra fragmentos de la obra de Rojas, a veces mezclando cosas ininteligibles, a veces adoptando poses heterodoxas y siempre presentando una argumentación muy poco sofisticada, reñida tanto con el castellano como con la teoría.
   Así, el cuentista considera que clasificar a la intelectualidad republicana en liberales, comunistas y conservadores es propio de los textos de la Academia de Ciencias de la URSS, que el término "guerrillero" enaltece en sí mismo a quien lo posee y ningún "malo" puede ser guerrillero, que Ortiz no era liberal porque empleaba comunistas, y que un ejemplo de la afluencia económica de los terroristas exiliados era que podían pagar ¡2 mil dólares! en efectivo a un salvadoreño por poner una bomba en un hotel habanero.
   Y así, un listado interminable de argumentos retozones, todos (recordando al viejo Marx) "por debajo de la crítica" y tras los cuales habría que reconocer que con semejantes enemigos Rafael Rojas no necesita amigos.
   Concluyo con tres consejos aprovechando que soy más viejo que los tres aconsejados:
   A La Jiribilla, que prescinda de esos arrebatos de virtud excesiva, que sólo conducen al pecado. La sociedad cubana, su cultura y sus intelectuales necesitan el otro tipo de cosas que publican y divulgan.
   A Pérez Castillo, que siga ejercitándose en el cuento —digamos que nos cuente qué pasó con Mariceli tras la muerte del casi/doctor— y no haga más "filosofía barata".

(Las lagartijas decapitadas. Cubaencuentro, abril de 2006)

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