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Thursday, January 5, 2017

Gilberto Padilla Cárdenas vs. Daniel Chavarría

A pesar del enjambre de reediciones del uruguayo que siempre zumba en la Feria del Libro, ni Adiós muchachos, ni Príapos se encuentran en ninguna librería. Para no hablar de Viudas de sangre (¿alguien se ha detenido en el número de páginas de Viudas…? En la literatura cubana es solo superado por Misiones, de Reinaldo Montero). Es increíble el gusto por el modelo Chavarría. La gente deja de leer a Rubem Fonseca (El gran arte), a Ricardo Piglia (Blanco nocturno), a Cristina Rivera Garza (La muerte me da), para leer a Chavarría. Alguien dirá que si todo el peligro es que los cubanos sigan leyendo a Chavarría, estamos dispuestos a correrlo, y con gusto, pero sucede que es optimista hablar de un mero “peligro”, pues de hecho la situación se congeló, y cientos de cubanos han seguido leyendo sus novelas, intercambiando solo sus novelas de manera endogámica. Y lo peor: se reproducen entre ellos. Han creado un ecosistema: el Chavarría Park, un cantón de lectura incestuosa con el ADN en ámbar del uruguayo. Y ya se sabe —lo notamos por la variedad de malformaciones congénitas en ciertos territorios latinoamericanos— las consecuencias de la redundancia genética: testículos ectópicos, labios leporinos, espinas bífidas, atresias duodenales, etc. Sobre la etiología de estas malformaciones, comenta Umberto Eco en La definición del Arte:

   Uno de los motivos de la deseducación estética del público, proviene del sentido de esa inercia estilística, del hecho de que el lector o espectador tiende a gozar solo de aquellos estímulos que satisfacen su sentido de las probabilidades formales (de modo que solo aprecia melodías iguales a las que ya ha oído, líneas y relaciones de las más obvias, historias de final generalmente “feliz”).

   Creo innecesario aclarar que si esta lógica es cierta, los lectores de Daniel Chavarría dentro de poco serán los espectadores de Tras la huella.
   Cierro con una anécdota. Una vez le escuché comentar a Chavarría que había escrito su novela X (juro que no recuerdo cuál) porque estaba corto de plata. Para mí esa es la mejor declaración de principios estéticos hecha por un Premio Nacional de Literatura: no escribir para sí, ni para la posteridad, ni para el pueblo (whatever that means), sino para los únicos lectores a su altura: los que pagan los derechos de autor.

(Todo Chavarría por un Padura. OnCuba Magazine, julio 2016)

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