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Wednesday, March 23, 2016

Blanca Reyes vs. Guillermo Rodríguez Rivera

Tengo muy fresco todavía el recuerdo de cuando Guillermo, de visita en Nueva York, en la casa del padre de mi hijo Miguelito, llamó a Raúl por teléfono para, con su sentido de humor habitual, preguntarle acerca de si ya había llegado la quincena de huevos a la carnicería de nuestro barrio en La Habana. Esa vez, parapetado en un bistec, Guillermo desbarró del gobernante cubano y del régimen hasta por los codos. Había casi que caerle a bofetadas para que se callara la boca.
   Ha sido Guillermo Rodríguez Rivera, uno de los que desde hace muchos años se ha mostrado con opiniones bien contrarias a las del gobierno. Desdeño, pues, esa doble moral con la que ha escrito el texto que —atinadamente— no le publicó “El País” de España. Porque es muy fácil escribir sobre Raúl con esa doblez que ha hecho, sobre todo cuando Raúl no puede defenderse, preso como está en una celda remota y calurosa en la prisión de Canaleta, a más de 400 kilómetros de nuestro hogar. Prisión que, estoy segura, el propio Guillermo no tendría pantalones para soportar. Es posible, incluso, que Raúl ni se tomara el trabajo de contestarle; pero mi deber es defender a mi esposo ya que él se encuentra imposibilitado de hacerlo.
   Hay quienes han atacado gratuitamente a Raúl, otros han tratado de minimizar su obra poética, más allá de haberla silenciado en su propio país, como lo han hecho Roberto Fernández Retamar y Pablo Armando Fernández recientemente. Esos y otros casos demuestran poco sentido de la valentía y del concepto de hombría, además de mucha bajeza intelectual. Lo de Guillermo, por haber sido un amigo de Raúl de aquellos primeros años, es doblemente doloroso y ruin.
   No voy a tratar de minimizar la obra de Guillermo, pues podría decir por ejemplo que él nunca fue reprimido, como sí lo fue Wichy Nogueras, aunque ahora quiera hacerse de un expediente de reprimido que no le va. Guillermo, eso sí, fue acusado de plagio en los años ochenta, por el investigador Desiderio Navarro. Y si bien su talento de humorista y sus dotes de profesor universitario son relevantes, su talento de poeta siempre ha estado en evidente desventaja.
   ¿No será acaso un viejo complejo de inferioridad lo que ha llevado a Guillermo a semejante bajeza con Raúl Rivero?
   De hecho, Guillermo le escatima unos cuantos adjetivos a Raúl y sobre todo a su obra (“bien escrito y con la gracia que tenía casi todo lo que producía Raúl”; habla en pasado como si Raúl ya no escribiera y lo más que es capaz de regalarle es un “bien escrito”; más adelante expresa el deseo de en un futuro poder contar con Raúl “entre nuestros buenos poetas y periodistas, por mucho reparos que tengamos que hacerle”, cuando debía decir, sin dudarlo, entre los mejores poetas, por ejemplo.) Creo que los reparos habría que hacérselos en todo caso, en un futuro hipotético, al propio Guillermo Rodríguez Rivera.
   Está por ver, justamente, por dónde andan los caminos de la soberanía y la justicia en Cuba, toda vez que con tanta manipulación y tergiversación de la verdad, la sociedad que existe hoy no es aquella que soñaron los jóvenes románticos que posaron para la foto que guarda Guillermo en su casa, entre los cuales, Wichy está junto a César Vallejo por sabe Dios qué parajes de la eternidad, Conte vive en Miami y Raúl sobrevive en la cárcel. ¿Los demás? ¡Huelgan los comentarios!
   Es una lástima prestarse para semejante manipulación como lo ha hecho “La Jiribilla”, que ha ido intercalando en el texto escrito por Guillermo —no acerca, sino en contra— de Raúl, fotos que dicho sea de paso, tomaron de las paredes de mi casa donde casi todas estaban enmarcadas y no me las han devuelto, junto a otras de mi madre, recientemente fallecida. Fotos de Raúl dándole la mano al presidente Aznar; fotos de Raúl en la mesa de nuestra casa, con Elizardo Sánchez Santacruz y Guillermo Gortázar, otra foto de Raúl con Vicky Hudleston y otra aún con Elizardo, Martha Beatriz Roque (también presa), Félix Bonne y René Gómez Manzano.
   Hay aseveraciones de Guillermo que pretenden denigrar de Raúl entre líneas. No es verdad que Raúl fuera el secretario personal de Nicolás Guillén. Mejor cabría decir que se convirtió en un gran amigo y colaborador muy cercano de Nicolás Guillén, de todo lo cual siempre se ha sentido muy orgulloso. Dicho sea de paso, en las paredes de la sala de mi casa hay fotos de Nicolás y también otras de Raúl con Eliseo Diego y Onelio Jorge Cardoso, dos de sus amigos entrañables de los que siempre se ha sentido más que orgulloso, deudor. Esas fotos no se las llevaron, gracias a Dios, pero muy bien hubiesen servido para ilustrar, junto a las incluidas, el texto de Guillermo.
   Como no hay peor ciego que el que no quiere ver, Rodríguez Rivera se escuda en los mismos presupuestos de siempre: el imperialismo yanqui, los planes para derrocar a Fidel Castro, el exilio de Miami y demás cuentos de los que hemos vivido y de los que se ha alimentado durante casi 45 años el régimen cubano. No quiere ver Guillermo, no se lo permite su miopía intelectual, la situación terrible en que se encuentra la población cubana, la manipulación permanente de la información, la crisis de valores y de moral en que se encuentra sumida nuestra sociedad, la ausencia de los más elementales derechos humanos, donde un poeta se encuentra tras las rejas cumpliendo una condena de 20 años por el simple hecho de pensar distinto al pensamiento oficial y escribir lo que piensa. De eso no habla.
   No dudo que Guillermo quiera hacer “horas de servicio” congraciándose con el régimen a ver si le endilgan el Premio Nacional de Literatura. ¡Va y se lo dan! A fin de cuentas, como le gusta parafrasear a Raúl... el coronel no tiene quien le escriba.

(Circulado en la red, julio 2003)

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