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Monday, February 8, 2016

Rogelio Fabio Hurtado sobre Cintio Vitier

Con la creación del Ministerio de Cultura encabezado por el Dr. Armando Hart, que vino a darle fin al desastre impuesto en el sector por el eufemísticamente llamado Quinquenio Gris, la situación de Vitier comenzó a cambiar. Le dieron un tratamiento mucho más inteligente, que incluyó viajes a Centroamérica y a Europa. Por supuesto, dejé de frecuentarlos. No obstante, siempre que coincidíamos en cualquier sitio, me saludaban cordialmente.
   En los primeros meses del año 1993, la Fundación Pablo Milanés auspició un coloquio internacional por el cincuentenario de la revista Orígenes. A modo de ensayo, se organizaron en un aula de la Escuela de Letras una vez por semana, la presentación de las conferencias preparadas por los ponentes cubanos.
   Me dispuse a no perderme ni una. Por suerte, el ciclo se impartía los jueves, día que yo no tenía azucenas para vender.
   La primera charla fue acerca del poeta Gastón Baquero, a cargo del crítico y escritor José Prats Sariol. Incluyó la audición de un recital, grabado en Madrid por el propio poeta. Fue una actividad maravillosa, solo que al final, en el conversatorio se me ocurrió pedirle a Prats que abundase acerca de la vida política del homenajeado, a quien yo había conocido primero como personero del general Batista. Pensé que si íbamos a restaurar la memoria del gran poeta, lo más justo era no quedarnos a medias. A Prats Sariol no pareció molestarle, pero Cintio se sintió obligado a intervenir, acusándome de estar saboteando aquello, al sacar a colación el pasado político de Baquero. Me defendí como pude, pero Cintio dio por terminada la actividad.
   Ese fue solo la primera escaramuza. En la jornada dedicada a Lezama Lima, a cargo de una joven profesora universitaria, volvimos a cruzar espadas, y esta vez confieso mi premeditación. La charla giraba naturalmente acerca de Paradiso. La muchacha, muy calificada para la ocasión, se adentró en los densos diálogos entre Cemí, Fronesis y Foción, citando in extenso las vivencias eróticas de ambos amigos de José Cemí.
   Ahí le pregunté a la conferencista si ella consideraba que Lezama había partido de vivencias personales para dichos pasajes. Puesta en la disyuntiva de esclarecer las preferencias sexuales del Maestro, la profesora tragó en seco, pero por supuesto, Cintio le echó mano al micrófono y, esta vez aguantando las ganas de mandarme a desalojar, me contestó escuetamente que el modelo de Fronesis era el crítico de arte Guy Pérez de Cisneros y que, para Foción, Lezama había fundido rasgos de varias otras personas. A eso, no tuve nada que agregar.
(…)
   El choque definitivo vino a provocarse el día que el propio Cintio se hizo cargo de evocar a Justo Rodríguez Santos. Aquel jueves tuve dificultades con el transporte —estábamos en plena crisis especial— y cuando pude llegar, el aula ya estaba llena. Para no interrumpir, fui a colocarme de pie al fondo del aula. Cintio, quien apenas comenzaba, advirtió mi presencia y de inmediato, me ofreció su propio asiento, en la primera fila, junto a Fina. Sorprendido y halagado por esa cortesía suya, me dispuse a ocupar el lugar. Cuando entré a lo largo de la fila, él desgraciadamente, agregó, ahora en tono descompuesto, que yo me había parado al fondo para llamar la atención, a lo que de inmediato, doblemente dolido por la falsedad de su imputación y por el desengaño respecto a su intención, le respondí también alterado, que si me había parado al fondo era precisamente para no llamar la atención. Fina se puso de pie, dispuesta a interponerse, pero enseguida yo me senté y él no echó más leña al fuego. Así, perdí yo a mi último Maestro y él a un lector que lo admiraba de todo corazón.

(De cómo perdí al último Maestro. Diario de Cuba, diciembre 2015)

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