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Thursday, January 28, 2016

Carlos Victoria vs. Manuel David Orrio

Y sin embargo, a pesar de mi esfuerzo, no he salido ileso. Los delatores, los chivatos tapados, me sacan todavía totalmente de quicio. Me enferman. Me deforman ideas y sentimientos. Me agrian y me corroen. Quiero compadecerlos (porque sin duda ellos también son víctimas), pero no lo consigo. Me sacan lo peor de mí mismo, y pondré un breve ejemplo.
   Hace unos días, cuando se desató la infame represión contra los disidentes, y salieron a la luz los infiltrados, confundí un par de nombres. Por un momento pensé que uno de ellos era un periodista cuyos artículos yo disfrutaba bastante, por su humor y sensibilidad. Voy a decir los nombres que confundí, aunque me da vergüenza: Manuel David Orrio y Manuel Vázquez Portal. Más tarde, cuando vi en la lista de los sentenciados a Vázquez Portal, a quien condenaron a 18 años, sentí un alivio, porque ése era el autor de los artículos que me gustaban.
   Quiero repetir esta palabra: alivio.
   Repito: sentí alivio porque a un hombre a quien jamás he visto, cuyos artículos yo disfrutaba, lo condenaron a pasarse 18 años de su vida en la cárcel. Y ese alivio se debía a que él no era el chivato.
   El alivio duró sólo un segundo. De inmediato me di cuenta de mi monstruosidad. Y pensé que de todos los crímenes y las injusticias que se han cometido y se siguen cometiendo en mi patria uno de los peores es el haber metido entre nosotros ese fantasma atroz del delator. Siempre presente. Derramando veneno. Causando paranoia donde debía imponerse la cordura. Instigando rencor donde debía crecer la comprensión. Alejando lo que debía estar cerca. Destruyendo la amistad y la fe.
   Sólo por hacernos sufrir a los cubanos la vil enfermedad de la delación y de la desconfianza, desprecio y aborrezco al dictador de Cuba.

(Delatores. El Nuevo Herald, abril 2003)

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