Total Pageviews

Tuesday, March 17, 2015

Heberto Padilla vs. El Caimán Barbudo

El extenso alegato que la redacción de El Caimán Barbudo enfrentó a mi breve nota a propósito de Pasión de Urbino, revela entre otras cosas, un aspecto sorprendente de nuestra vida cultural. Ya no basta con tener una opinión, expresarla y hacerse reposnable de ella.
   Ahora hay que escribir lo que desea o espera la redacción. Y si voy a guiarme por las otras opiniones publicadas en la encuesta, significa que debí moverme entre las medias tintas y el ditirambo. Únicamente así puedo imaginar que la redacción diga que “sólo la respuesta de Heberto Padilla no se ajusta a lo pedido”. El que me haya leído pudo comprobar que yo agoté y hasta trascendí “lo pedido”, pero en ningún momento lo soslayé. Si comparé la novela de Cabrera Infante con la de Otero fue para ilustrar, mediante un ejemplo indiscutible, casi escolar, las diferencias que existen entre el talento literario y la ramplonería.
   Pero aún admitiendo que mi respuesta no se ajustara a lo pedido, ¿por qué la redacción no me lo dijo? Tengo excelentes relaciones personales con sus integrantes. De muchos he recibido muestras reiteradas de aprecio intelectual. El hecho mismo de haber solicitado mi opinión para la encuesta es otra prueba. Les he estado viendo casi a diario desde que les entregué mi nota. ¿Por qué prefirieron esperar hasta su publicación para enterarme de que no les complacía, de que no se ajustaba a lo pedido? Yo no la envié a una agencia de noticias extranjera; ni siquiera me referí a su contenido en la entrevista televisada que me hizo —a raíz de su publicación— la emisora BBC, de Londres. Yo la entregué personalmente a un órgano revolucionario de nuestra juventud que hubiera podido discutirla conmigo, someterla a una discusión revolucionaria. Pero esta discusión se llevó a cabo, lamentablemente, con la presencia de todo el mundo menos la mía, se llevó a cabo con el inexplicable propósito de elaborar una respuesta colectiva de la redacción como si estuviera frente a ese tipo de intelectual trágico descrito por Hegel, que no entiende las exigencias de un proceso revolucionario. Adoptaron el tono y el estilo del que piensa que toda actitud crítica conduce hoy a la vacilación y el egoísmo: es decir, a la contrarrevolución. Si este ha sido criterio de alguien, lo invito a que espere sentado.
(...)
   A nadie se le puede ocurrir que escribir una breve nota crítica sirva para enseñarles a los nuevos caimanes lo que es tener coraje. ¡Pero si todos los días se ejerce aquí la crítica más abierta y sin temor alguno!
   No, yo no tengo que enseñarles a estos nuevos caimanes lo que es tener coraje, porque no estoy escribiendo con la moral del perseguido en una sociedad de explotadores, sino ejerciendo un deber y un derecho.

(Respuesta a la redacción saliente de Heberto Padilla. En Fuera del juego, edición conmemorativa, Ediciones Universal, 1998)

No comments:

Post a Comment