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Thursday, October 3, 2013

Guillermo Vidal vs. farándula literaria

Muchos colegas de acá me dicen: si nos vamos para la capital le estuviéramos dando la vuelta al mundo, tendríamos dinero, conoceríamos a medio mundo, habríamos firmado contratos jugosos, estaríamos siempre en la tele, en las recepciones, tendríamos acceso a internet, etc.
   A veces me indigno.
   Me pregunto que coño hago aquí.
   Pero lo mío es escribir las novelas.
   Hay quienes escriben desde lugares desérticos, haciendas, estudios confortables, pero cada uno a lo suyo.
   Acaso hubiera deseado un mínimo de condiciones y un máximo de información.
   No tengo el menor deseo de ser los otros, si no fuera yo, estaría deseando serlo a pesar de todo.
   Escribo siempre lo que se me antoja, no tengo el menor interés de complacer a nadie, mucho menos a los que tienen el poder.
   Es por ello que pago mi precio sin quejarme, siempre será menor al de aquellos que se pliegan para dormir en paja caliente.
   Mis libros desaparecen demasiado pronto de las librerías y hasta se los roban de bibliotecas. Es mucho el placer que siento cuando estas cosas suceden. Acaso también alguien haga una fogata con una parte de mis libros y a nadie suele ocurrírsele una reedición. Sé muy bien que es parte del precio.
   Me digo que voy a esforzarme aun más por escribir una novela mejor.
   Mis colegas que duermen en paja caliente, suelen demostrarme que no soy como ellos y me alegro, me saludan y siguen su camino.
   Cada día escasean los amigos verdaderos.
   Un amigo verdadero es mejor que toda esa farándula que se forma en los corrillos literarios.
   No logro comprender el sentido de emulación de algunos de mis colegas y la manera de colarse para que los tomen en cuenta en antologías o periodizaciones literarias.
   Ahora todo el mundo habla de Dulce María Loynaz, pero durante muchísimo tiempo la ocultaron. Y también a Lezama. Y a Soler.
   Con Soler Puig porque amaba mucho a su Santiago.
   Y nunca se dejó de nadie.
   A uno se le muere la gente y eso va dejando un vacío.
   Ya no tenemos un Soler Puig al que le roncaban los cojones.
   No hay que lamentarse demasiado por ser de provincias si a uno también le roncan.

(Escribir en provincias, La Isla en peso, 2001)

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