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Monday, October 7, 2013

Belkis Cuza Malé vs. Abel Prieto

Para empezar, comencemos por el principio: el señor ministro de Cultura (oprimida y censurada) es también, recordémoslo, un escritor. Y ahora, con los privilegios que le otorga su alta posición en el gobierno castrista ha encontrado quién le publique su primera novela. ¿Cómo no se la van a publicar al señor ministro? A los que no les publican en las editoras españolas es a los escritores cubanos del exilio, porque esos sí que no van disfrazados de ministros de cultura, ni tienen padrinos. Además, los cubanos del exilio escriben casi siempre de los problemas que los aquejan, escriben de la tiranía que oprime a la isla, mientras que el ministro ha escrito una novela “apolítica”, que no tiene nada que ver con la revolución (es decir, con la opresión). Y además, si se da el caso de que a algún que otro escritor cubano del patio le publican su primera novela, no hay micrófonos, periódicos, pantallas de televisión para él. ¿A quién le importa lo que tiene que decir un escritor cubano exiliado y primerizo?. En cambio, todos han oído las ofensas del señor ministro. Las babozadas al estilo de Goebbels. Sólo le faltaba la pistola (que de seguro lleva escondida) para reafirmarnos lo que ya sabemos: que el ministro de Cultura de Castro es un terrorista de la cultura. Las suyas no son jamás preferencias literarias auténticas, porque el muy maligno sabe de sobra a quién citar. Y vaya usted a saber por qué los cita. ¡Solavaya!
   Pero cuando las opiniones literarias se convierten en insultos muy graves, todos sabemos también por qué ciertos escritores cubanos del exilio le dan tanta rabia al señor ministro. Me refiero a Guillermo Cabrera Infante, Zoé Valdés, Gastón Baquero y Heberto Padilla ¿Se hacen una idea?
   Quisiera referirme en particular a las cosas aberrantes que dice sobre Heberto Padilla. Hay que tener el alma muy sucia para que un ministro de Cultura se dedique a desprestigiar a un poeta al que su gobierno torturó física y psicológicamente, llevó al exilio, y cuya memoria debería al menos merecer respeto. Decir que “Padilla era un bufón que buscó la notoriedad jugando a ser un Evtuchenko aún no tolerado”, no sólo es una canallada, sino una prueba mayor de cinismo que casi no debe extrañarnos viniendo de semejante “ministro”. Pero lo que sí me interesa denunciar es la campaña de desprestigio que ha emprendido el gobierno cubano desde el día mismo del fallecimiento de Heberto. Se han valido de otros escritores —en apariencias no comprometidos con el régimen— para hacer creer que Padilla había pedido regresar a Cuba. ¿Estarán locos?, ¿regresar a qué, a pasearse por los corredores de la Unión de Escritores donde la Seguridad del Estado lo obligó a humillarse? No me extrañaría que alguna gente sin escrúpulos se hubiera atrevido a escribir una carta en su nombre e incluso falsificado su firma ¿De qué cosas no es capaz la Seguridad del Estado? Gente de la que participó en 1994 en la reunión de escritores cubanos de Estocolmo han dicho en La Habana que Heberto había pedido oficialmente regresar, y se lamentaban de que el gobierno no le hubiera aprobado la visa. Tema que también fue tratado por Abel Prieto, en un afán, por supuesto, de darle veracidad a la infamia.

(El poder sin gloria, Revista Hispano Cubana, No. 9, 2001)

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