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Thursday, December 19, 2013

Gerardo Muñoz vs. Guillermo Cabrera Infante

Hay algo en la prosa de Guillermo Cabrera Infante que me es profundamente reprobable: aquello que Enrico Mario Santí, volviendo sobre la etimología cubana, ha denominado como el estilo de la "jodedera". Desde los títulos (Vidas para-lelas, Tristes tigres, Mea Cuba…) hay un continuo donaire por la confusión, y por el irrespeto al lector con la palabra. A diferencia de Joyce, con quien injustamente se le ha comparado, Cabrera Infante no más que un creador del lenguaje polisémico en términos de forma, quien se conformó por la diseminación de los juegos "nacionales" de la cubanidad; su error fue, como el de tantos otros, pensar que lo cubano era un lenguaje y que la nación era una escritura. No por esto niego que haya tenido innumerables aciertos, ya que las probabilidades son favorables si se ha tenido alguna vez el bloque de Infantería en las manos. Del mismo modo, no dudo tampoco que Cabrera Infante haya sido – o siga siendo, un autor para muchos lectores, aunque para mí, ese don ha sido negado: no soy yo descrea de la prosa de Cabrera Infante, es que la prosa de Cabrera Infante descree en mí. Presiento otro deslinde en su obra: si alguna vez el erotismo henchido, lo banal, la "jodedera", funcionó para contrarrestar y oponer el poder, es poco confiable que estas estrategias funcionen con el mismo énfasis y propósito que alguna vez pudo destruir a los patriarcas del poder, no en balde en nuestro presente, podemos decir que Cabrera Infante es el benefactor de la prosa chabacana que se hace desde la isla y desde el exilio. En la ejecución de renovar el erotismo, la escritura ha patinado con las fronteras de la peor ficción pornográfica junto a la mala escritura, y la comercialización de lo soez.

(Guillermo Cabrera Infante frente a la crítica. Blog Puente Ecfrático, noviembre 2009)

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