Hace algunos años que Guillermo Cabrera Infante practica el mismo deporte editorial: el reciclaje de sus libros, la recomposición en nuevos fragmentos y disposiciones. Desde Holy Smoke (1985) la novela que escribió en inglés, Cabrera ha publicado Mea Cuba, antología de sus artículos; Delito por bailar el chachachá (que incluye dos relatos ya publicados, y otro inédito); Mi música extremada, donde se reúnen fragmentos en los que habla de música; y ahora Ella cantaba boleros, la suma del último capitulo de La Habana para un infante difunto con un extracto de Tres tristes tigres más un colofón, “Metafinal”, que había sido eliminado de ésta novela por afán de simetría, según aclara el propio autor en un “prólogo nocturno”.
Es decir, desde 1985 Cabrera Infante se ha antologado, ha escrito un cuento y ahora desempolva un final olvidado. Más el arte (a veces no muy sutil) de la combinatoria. Puede argumentarse que para un escritor cuyo tono dominante siempre ha sido la parodia, la cita y el pastiche, es absolutamente legitimo el deseo de dictar su propia metaliteratura. Pero ¿hasta qué punto se trata de la voluntad del autor y no de una estrategia editorial para ganar nuevos lectores en detrimento del espíritu conservador con el cual sus fieles atesoramos los libros originales? Estrategia equivocada, a mi entender, porque sospecho que el nuevo lector, virgen en “cainología”, que ahora lea “La amazona”, no va a ir tras La Habana… y quien repase ágilmente las aventuras de la Gorda Estrella se podrá sentir disculpado a la hora de leer Tres tristes tigres.
(Revista Vuelta, reproducido en la red)
No comments:
Post a Comment