La regurgitación de la bilis del quinquenio gris fue un balón de ensayo orquestado por el tristemente célebre departamento ideológico, cuyo jefe —un caso prototípico para Lombroso— sabe muy poco de cultura pero mucho de medidas activas de inteligencia. Y lo hicieron exponiendo a la picota pública a tres ancianos que les sirvieron fielmente durante años. Los animales carniceros no entraron al establo, sólo abrieron la puertas para ver cómo reaccionaban los caballos finos. La declaración de la UNEAC cerró nuevamente las puertas, y fue así, con las puertas cerradas que han comenzado las conferencias sobre el quinquenio gris. Es el límite sistémico de nuestros escritores y artistas.
Estos deben aprender algo que una vez nos alertó un comunista brillante: hoy se llevan a otros, y si no protesto, mañana me llevan a mí. Sobre todo, cuando quedó claro que los inquisidores cubanos ruegan a Dios pero mantienen su pólvora seca.
(El establo de los caballos finos, Cubaencuentro, febrero 2007)
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