El trabajo sucio lo realiza La Gaceta de Cuba todo lo limpiamente que puede. Mientras la concesión del premio Cervantes a Cabrera Infante ocupaba grandes espacios en los medios de prensa del mundo hispanohablante, en Cuba sólo La Gaceta de Cuba da cuenta del hecho concediéndole apenas una columna donde equilibra lisonjas (“obra magnífica”) con injurias (“libros que nos avergüenzan”): Nótese el martilleo incesante del “nosotros”. La revista se instituye en nación o al menos en portero de la gloria nacional, cumpliéndose así lo que pudiera tomarse como la misión más constante de la revista: la domesticación sistemática de todo suceso cultural que amenace la paz espiritual de la comunidad de los más enterados, justo aquellos que no necesitan leer La Gaceta de Cuba para enterarse de que Cabrera Infante ganó el premio Cervantes. La ansiedad por tal domesticación queda definitivamente expuesta en la oración final de la glosa sobre el premiado: “También querríamos que un premio de esta naturaleza sea celebrado como lo que es: un reconocimiento literario, y que no sirva como pedestal desde donde atacar a la Revolución, y a una cultura que, a pesar de él mismo, lo cuenta entre los suyos”. ¡Curioso modo de contar entre los suyos (y aquí hacemos nuestra para subrayar la falacia, la equiparación implícita del texto de política cultural del actual régimen con cultura nacional) a un autor cuyos libros ni se editan ni se venden oficialmente en Cuba desde hace más de tres décadas y cuyo nombre no aparece siquiera en ningún diccionario o programa de estudio de literatura cubana!
(“La Gaceta de Cuba” 1995-1999. Revista Hispano Cubana, No. 6, 2000)
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