Como desconocía, al menos en hondura, el suelo literario cubano en España, y necesitaba granjeárselo, Jesús Díaz llamó a dos poetas y editores cubanos radicados en Madrid de largo tiempo atrás, Pío E. Serrano y Felipe Lázaro, propietarios y directores de las editoras Verbum y Betania respectivamente. Al primero lo hizo director-adjunto (cargo desconocido en Cuba, pero usual en la prensa española, de la que lo adquirió como un empréstito) de Encuentro, y al segundo secretario de la publicación. Mas la permanencia de Pío y Felipe fue fugaz. Para el cuarto número ya habían desparecido de la mancheta, así como el puesto de director-adjunto, no existiendo más que un director, Jesús Díaz, alzado y aislado, en el tope de la columna de la mancheta. Su sitio, el de Pío y Felipe, fue ocupado, pero ahora en ¿abstracta? redacción, por Manuel Díaz Martínez, Luis Manuel García, Iván de la Nuez y Rafael Zequeira.
Tanto Serrano como Lázaro hicieron pública su separación de Encuentro en sendas cartas que le mandaron a Díaz y que fueron recogidas por el periódico La Prensa del Caribe. Las motivaciones de ambos eran muy similares: «Un creciente malestar –escribía Serrano–, producto de la incompatibilidad entre ciertas ideas mías y otros criterios, me impiden continuar en este proyecto...» y Felipe: «La decisión tomada por mí (...) se debe al malestar creciente que se ha creado en nuestra Asociación (léase Encuentro) por serias discrepancias en la conducción de la misma». Privadamente repudiaban los métodos de dirección de Díaz, que calificaban de «stalinistas» y en lógica consecuencia a él, Díaz, de Stalin. Ello les costó –al menos a Felipe Lázaro de mi conocimiento– el ser casi agredido físicamente por el autor de Siberiana. El tolerante Díaz, el dialoguero Díaz, el «impulsor» de la «reconciliación» de los cubanos de las «dos orillas», estuvo a punto de golpearlo con sus duros puños y empleando un símil boxístico le dijo que él (Lázaro) era «una hormiga» y él (Díaz) «un peso pesado». La sangre no llegó al río; y, claro, Jesús hablaba literariamente.
(El largo brazo de Castro. La Ilustración Liberal, julio 2004)
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