Antes supuse que mi oponente se negaba a pensar ciertas razones por lasitud o por temor. Ahora caigo en que lo guía una terca despreocupación frente a los hechos, y que se arrima a éstos con el fin de torcerlos a su antojo. “Tiene el historiador una importante responsabilidad frente al pasado de la nación”, avisa, “y no es otra que dignificarlo”. ¿Llama así a disimular todo cuanto parezca tenebroso o triste? ¿A trastocar hechos y opiniones inconvenientes mediante aplicación de maquillaje? Yo diría que la principal misión del historiador frente al pasado consiste en prestarle, antes que moraleja, entendimiento. “Dignificar no es obviamente engañar, sino hacer una lectura acertiva [sic] de las épocas ya transitadas siempre a favor del hombre”, se apura en aclarar Gutiérrez Coto. Pese a las deficiencias de puntuación, la frase expresa una filosofía útil a escritores de libros infantiles, si es que los escritores de libros infantiles no la estiman simplificadora.
(Una comedia del pensamiento histórico. Ultima respuesta a Amauri Gutiérrez Coto. Publicado en la red)
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