En estas siete décadas ha
escrito bien poco (tres o cuatro libros solamente), lo cual daría a Padura la
razón si acaso no nos preguntáramos dónde diablos estará el “A passage to
India” de este Forster nacido en Bayamo cuya principal ocupación, además de desmochar
parcialmente textos de sus discípulos que deberían ser totalmente desmochados,
ha sido anunciar durante años el advenimiento de “la Novela de la
Revolución”.
Incapaz o desganado para escribir un ejemplo
de ésta, su papel ha sido el de comadrona. Pero, al ver que el parto era de
elefanta, demorado hasta no ocurrir, ha decidido más recientemente cambiar el
chucho y estudia ahora la literatura del exilio. Pasa de pujador de novela
ñángara a convertirse en nuestro más ilustre diásporólogo. (En realidad, Fornet
se había ocupado antes del exilio literario cubano: puede verse algún ensayito
suyo sobre Alejo Carpentier, exiliado en la Embajada de Cuba en París.)
Es Fornet quien presenta en sociedad
habanera a los desconocidos escritores del exilio, él quien les presta
reconocimiento. Antiguo propugnador de la novela policíaca revolucionaria donde
las Miss Marples cederistas convertían en chatino a cualquier personaje que
quisiera largarse del país, ahora su curiosidad es lepideroptológica y de signo
contrario: le interesan las mariposas que antes fueron gusanos. Ha convertido
una empresa exportadora de novelas revolucionarias en empresa mixta importadora
de escrituras del exilio. Y es quien fija en La Habana el precio de la libra en
pie de escritor ido.
Asiduo visitante de universidades
norteamericanas, Ambrosio Fornet es la carta obligada que las instituciones
oficiales cubanas imponen a esas universidades en sus programas de intercambio.
En correspondencia con esto, al terciar en un diálogo ocurrido entre Abel
Prieto y un importante profesor universitario cubanoamericano de visita en la
isla, cuando tal profesor propuso intercambio de estudiantes entre ambos
países, Fornet no esperó por respuesta del Ministro y aseguró que las
instituciones cubanas sólo estaban interesadas en que viniesen estudiantes
norteamericanos a la isla y no en que fueran cubanos a Norteamérica.
(Universidades yumas, sólo para él. Y, de modo aledaño, para su parentela: el
hijo y la nuera terminaron estudios en universidades de México.)
La literatura cubana no cuenta con mayor
escritor ágrafo que Ambrosio Fornet. Contemplar, desde la altura de casi ningún
libro, esos setenta años de vida transcurrida resulta un triunfo de nuestra
haraganería idiosincrática. Nadie como él ha celebrado entre nosotros la siesta
mental, y saber que recorre los campus universitarios del norte no puede menos
que llenarnos de alegría y de orgullo.
Lo mejor suyo, advierten sus discípulos, se
obtiene en la amistad cercana. No hay que buscarlo en los libros que se ha
negado a escribir lo mismo que un Sócrates. Pocho (que así lo llaman sus
cercanos) lo entrega generosamente cuando, después de algún silencio
apreciativo y apartando la pipa de sus labios, asevera: “Definitivamente Franz
Kafka es el autor de La Metamorfosis”. O en fecha más reciente: “Sostengo que
el exilio de Severo Sarduy transcurrió en tierras francesas”.
(La lengua suelta # 4, La
Habana Elegante, segunda época)
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