Se puede imaginar lo cómodos que están los periodistas de su plana, lo fácil que es para ellos tomar las señas de la dirección; porque “La Jiribilla” no hace otra cosa que convertir en un frente cultural los fundamentos de la propaganda castrista. Hay figuras destacadas, pero sin lugar a dudas los blasfemos de más mérito son los periodistas Paquita de Armas y Pedro de la Hoz.
Desde su fundación “La Jiribilla” tiene como objetivo el ataque sistemático al exilio cubano de Miami. No ejercen una crítica inteligente sino hábil, no enérgica sino grosera y vil.
La sección “Pueblo Mocho” tuvo como propósito el ataque sistemático a la obra y la gente de la ciudad de Miami. Les daba lo mismo residentes que viajeros vinculados a ella: Rafael Rojas, Zoe Valdés, Vicente Echerri, Belkis Cusa, entre otros, fueron delictuosamente ofendidos por “La Jiribilla”. O envidiados, que es motivo de lo mismo.
Desde hace un tiempo, quizás por falta de “rigor revolucionario”, los ataques se han descentrado y han recaído sobre funcionarios del gobierno norteamericano.
Al suponer que “Pueblo Mocho” es un topónimo despectivo, “La Jiribilla” traiciona uno de los valores básicos que la hicieron surgir: el nacionalismo cultural.
“Pueblo Mocho”, una semi utopía del escritor Samuel Feijoo, es una comunidad provinciana soporable (si descontamos las barbaridades ecológicas del desmonte). Su trilogía heroica (Jachero, Teresa y Juan Quin Quín) representan valores estables como la amistad, la familia, la honestidad. Valores “universales” que una panda relativista como los que dirigen “La Jiribilla” acaso puedan comprender.
(Blog Emilio Ichikawa, mayo 2008)
No comments:
Post a Comment