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Wednesday, October 26, 2016

Juan Abreu sobre su exilio

Nací, como saben, en una isla del Caribe. Deseo afirmar en primer lugar, categóricamente, que salir de esa isla es lo mejor que me ha pasado en la vida. Una absoluta bendición.
   Hay toda una literatura trágica sobre el Exilio, la nostalgia de la tierra que nos vio nacer, etcétera. Mi amigo el escritor Reinaldo Arenas llegó a decir que después de haber salido de la tierra que lo vio nacer se convirtió en un fantasma. En una especie de alma en pena.
   Yo lo traté bastante en Estados Unidos y nunca me pareció un alma en pena.
   Pasé en la isla los primeros veintiocho años de mi existencia.
   ¿Qué puedo decir de ese sitio que sirva para ilustrar, de alguna manera, mi relación con él?
   Veamos. En la isla donde nací hay unos árboles llamados palmas. A los poetas de la isla les encantan. Se ha escrito mucho sobre las palmas. Un poeta muy mencionado en la isla las llamó “novias que esperan”. Otro, menos mencionado, delante de las cataratas del Niágara –¡delante de las cataratas del Niágara!–, escribió que no podía dejar de pensar “en las palmas deliciosas”.
   Pero esas no son las mayores tonterías que se han escrito sobre las palmas. Vean esto:

   De pie sobre nuestro suelo
   Simbolizas la Victoria;
   Y cuando el ala ilusoria
   Del aire ante ti suspira
   Cada penca es una lira
   Que canta tu eterna gloria.

   Las palmas, verdaderamente, son espantosas.
   Uno ve sus troncos flacos, grises y aburridos en el horizonte, coronados por un penacho reseco y cundido de insectos, de cagadas de pájaros, y piensa indefectiblemente: qué feas.
   Al margen de inspirar a los poetas de la isla, las palmas no sirven para nada. Bueno… sirven para construir bohíos. ¿Han entrado alguna vez en un bohío? No se los recomiendo. Son sitios donde, en cuanto te descuidas, te cae un alacrán en la cabeza.
   Y ya que estoy dentro del bohío: les presento a la tinaja. Una cosa de barro. Allí se almacena agua para beber. Muchos habitantes de la isla afirman tranquilamente que el agua de tinaja es mejor que la de cualquier nevera.
(…)
   El mismo poeta muy mencionado, al que aludí antes, también dijo: “Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino”. Una total sandez.
   Una sandez muy peligrosa, además. Es el tipo de sandez que exalta el esperpento cavernícola llamado Nación. Lo que indefectiblemente lleva a la violencia y a la estrechez intelectual.
   A mí todo esto me parece bárbaro, incivilizado. Es el tipo de pensamiento, de doctrina tribal que ha hundido la cultura de la isla donde nací en un triste clima de miseria espiritual. Miseria espiritual que permite hablar a un intelectual de la isla, sin el menor pudor, de “socialismo con swing”; como si fueran una gracia cincuenta años de dictadura, la tragedia de millones de familias separadas, el horror del presidio político, miles de fusilados y decenas de miles de ahogados en el mar tratando de escapar de ese paraíso que lo único que necesita es… ahora lo sabemos… un poco de “swing”.
   Es decir, que les pongan una guaracha de los Van Van a los presos políticos entre paliza y paliza.
   Exilio, esa es una palabrita venenosa.
   Tan venenosa como la palabrita Patria.
   Yo no me considero un exiliado, me considero un hombre libre en el paisaje del mundo.
   Si me hubiera quedado en la isla donde nací, en ese entorno empobrecedor, hoy sería otra persona, peor sin duda.
   El entorno es muy importante. Lo cambia a uno. No se han cantado lo suficiente las virtudes humanistas del agua corriente, los supermercados abastecidos, el transporte puntual y la electricidad ininterrumpida.
   Verdaderas fuentes de humanidad.
   El entorno es muy importante.
   Lo hace a uno mejor persona.
   Les pondré un ejemplo. Al llegar a Barcelona trabajé como lector en una editorial. Un trabajo muy mal pagado. Leía manuscritos y escribía informes de lectura. Cierto día llegó a mis manos la novela de un escritor de la isla. La novela me pareció interesante.     Recomendé su publicación. El editor confirmó que mi opinión fue decisiva. La novela se publicó. Poco después vino el autor a Barcelona a presentar su libro y coincidimos en una comida. Yo sabía quién era él y él sabía quién era yo, en el áspero marco de la política de la isla. Yo recomendé su novela. Él, en cuanto llegó a la isla, escribió el correspondiente informe sobre su encuentro conmigo. Dos o tres días después de su regreso atacaron mi ordenador cientos de virus informáticos que pusieron en grave peligro mi trabajo de años.
(…)
   ¿Y qué decir de cómo ha influido la lejanía de la isla en mi literatura?
   Esa lejanía ha sido decisiva para mi trabajo.
   ¿Por qué? Muy sencillo: porque lejos de la isla donde nací soy libre.
   SOY UN ESCRITOR LIBRE.
   Y trato desesperadamente de que mi obra lo deje muy claro.
   Esa libertad es la que nos hace diferentes del escritor que solicita a su Amo, atildado, comedido, un poco de “dictadura con swing”.
   He recorrido San Francisco, Miami, Nueva York, París, Roma, Florencia, Tokio y Berlín siempre feliz de haber salido de la isla donde nací. Muy feliz.
   Sobre todo feliz de no ver ni una palma.
   Sólo puedo pensar en algo más horripilante que una palma: la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
   Vivir lejos de la isla donde nací ha sido y es algo extraordinario, nutriente (en tonos los sentidos), maravilloso. Si creyera en Dios, estaría siempre agradeciéndole haber salido de allí.
(…)

(Un fausto evento. Blog Penúltimos Días, abril 2008)

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