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Wednesday, October 5, 2016

Carlos Victoria logra elogiar “La nada cotidiana”, de Zoé Valdés

Hay una literatura que podría llamarse de urgencia, en la que el escritor se siente apremiado a relatar sucesos que para él (o ella) tienen una extrema importancia, porque han marcado y cambiado su vida. Se trata de una literatura de tono confesional, narrada en primera persona, que sin ser estrictamente testimonial puede tomarse como una ficción autobiográfica.
   Este género (porque de alguna forma lo es), en el que predomina una voz desafiante, no se detiene en cuestiones de estilo, y parece desmentir el postulado de que la escritura, y muy en especial la novela, es el resultado de un arduo proceso de reflexión, revisión y depuración.
   El lenguaje de esta narrativa puede ser tosco, pero nunca pasivo; el impudor, incluso el desparpajo, nutren e impulsan el caótico relato, pues pocas veces puede esperarse de estos libros escritos febrilmente un argumento sólido y bien elaborado.
(…)
   Los peligros del género son evidentes: lo acechan de continuo la falta de rigor, los tonos estridentes e incluso la incoherencia. Muchos escritores para los que el lenguaje es un culto sagrado se rebelan ante lo que ellos ven como un ataque a su oficio, adquirido con penosos desvelos.
(…)
   Por ser auténtica, esa ferocidad que recorre las páginas de la novela de Zoé Valdés convence y sobresalta; ese resentimiento, esa desfachatez, esa burla grosera y ponzoñosa se vuelven parte esencial de la sustancia; transforman sus defectos en virtudes.

(El ser cubano y la nada. Encuentro de la cultura cubana, No 1, 1996)

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