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Wednesday, June 12, 2013

Antonio José Ponte vs. José Martí

Lo primero sería considerarlo un autor. Un autor como otros, uno más en el anaquel. Nada de libreros aparte, nada de puestos primordiales. Para ello la edición en obras completas es un tropiezo. Ellas solas desplazan demasiado volumen. Habría que procurarse una edición más ligera. Existe una en dos tomos en papel biblia, pero un Martí en papel biblia nos haría reincidir en la veneración seguramente. Así que lo mejor sería disponer de una antología en pocos tomos y de este modo quedan en el camino sus piezas de teatro, su novela: todo bien evitable.
   Una vez colocado entre los demás, es verdad que Martí resulta raro. Se ven raros sus tomos entre aquellos que leemos por placer. Se echa a ver enseguida que sus páginas han sido casi siempre lectura dictada por algún deber. Y más, se nota enseguida que el deber llena esas páginas completamente y las conforma, que esas páginas constituyen una continua llamada al deber. Que esta llamada tenga siempre el subterfugio de un estilo, no hay que dudarlo. Su autor padecía de estilismo a ultranza como puede verse. Creía que cuanto escribiera —literatura más o menos pura, periodismo neto, propaganda política... —, toda esa dispersión iría a concentrarse en un estilo, en el estilo de José Martí. Ese estilo es, por ejemplo, la única explicación a la presencia, dentro de sus obras completas, de las traducciones que hizo.

(El abrigo de aire, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 16/17, 2000)

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