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Thursday, January 17, 2013

Fermín Gabor vs. Ambrosio Fornet

En estas siete décadas ha escrito bien poco (tres o cuatro libros solamente), lo cual daría a Padura la razón si acaso no nos preguntáramos dónde diablos estará el “A passage to India” de este Forster nacido en Bayamo cuya principal ocupación, además de desmochar parcialmente textos de sus discípulos que deberían ser totalmente desmochados, ha sido anunciar durante años el advenimiento de “la Novela de la Revolución”. 
   Incapaz o desganado para escribir un ejemplo de ésta, su papel ha sido el de comadrona. Pero, al ver que el parto era de elefanta, demorado hasta no ocurrir, ha decidido más recientemente cambiar el chucho y estudia ahora la literatura del exilio. Pasa de pujador de novela ñángara a convertirse en nuestro más ilustre diásporólogo. (En realidad, Fornet se había ocupado antes del exilio literario cubano: puede verse algún ensayito suyo sobre Alejo Carpentier, exiliado en la Embajada de Cuba en París.)
   Es Fornet quien presenta en sociedad habanera a los desconocidos escritores del exilio, él quien les presta reconocimiento. Antiguo propugnador de la novela policíaca revolucionaria donde las Miss Marples cederistas convertían en chatino a cualquier personaje que quisiera largarse del país, ahora su curiosidad es lepideroptológica y de signo contrario: le interesan las mariposas que antes fueron gusanos. Ha convertido una empresa exportadora de novelas revolucionarias en empresa mixta importadora de escrituras del exilio. Y es quien fija en La Habana el precio de la libra en pie de escritor ido.
   Asiduo visitante de universidades norteamericanas, Ambrosio Fornet es la carta obligada que las instituciones oficiales cubanas imponen a esas universidades en sus programas de intercambio. En correspondencia con esto, al terciar en un diálogo ocurrido entre Abel Prieto y un importante profesor universitario cubanoamericano de visita en la isla, cuando tal profesor propuso intercambio de estudiantes entre ambos países, Fornet no esperó por respuesta del Ministro y aseguró que las instituciones cubanas sólo estaban interesadas en que viniesen estudiantes norteamericanos a la isla y no en que fueran cubanos a Norteamérica. (Universidades yumas, sólo para él. Y, de modo aledaño, para su parentela: el hijo y la nuera terminaron estudios en universidades de México.)
   La literatura cubana no cuenta con mayor escritor ágrafo que Ambrosio Fornet. Contemplar, desde la altura de casi ningún libro, esos setenta años de vida transcurrida resulta un triunfo de nuestra haraganería idiosincrática. Nadie como él ha celebrado entre nosotros la siesta mental, y saber que recorre los campus universitarios del norte no puede menos que llenarnos de alegría y de orgullo. 
   Lo mejor suyo, advierten sus discípulos, se obtiene en la amistad cercana. No hay que buscarlo en los libros que se ha negado a escribir lo mismo que un Sócrates. Pocho (que así lo llaman sus cercanos) lo entrega generosamente cuando, después de algún silencio apreciativo y apartando la pipa de sus labios, asevera: “Definitivamente Franz Kafka es el autor de La Metamorfosis”. O en fecha más reciente: “Sostengo que el exilio de Severo Sarduy transcurrió en tierras francesas”. 

(La lengua suelta # 4, La Habana Elegante, segunda época)

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