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Friday, February 14, 2014

Rolando Rodríguez vs. Rafael Rojas

La señal absoluta de que el autonomismo es la mala causa, se encuentra en el hecho de que los enemigos de la revolución patriótica de Cuba han encontrado que sus más chillones opositores se han convertido en alabarderos del autonomismo. Ese es el papel que ha quedado para Rafael Rojas, un coleccionista de citas de libros que jamás ha leído, que recientemente nos ha atacado por esta presentación en la sentina de El Nuevo Herald, de Miami —donde por cierto, a mucha honra nunca nos publicarían—, y debemos en consecuencia responderle con sumo placer en La Jiribilla. Rojas, quien es capaz en su supina ignorancia de confundir a Alfredo Zayas con Francisco de Zayas y a Rafael Fernández de Castro con el general José Fernández de Castro, ahora, trata de salvar la cara y como resulta culpable de su acendrado analfabetismo, rectifica urgentemente el párrafo donde lo afirma, gracias a nuestra advertencia. Pero su inopia histórica es contumaz. Ahora en un libro suyo, Los Motivos de Anteo, afirma el inefable Rafaelito que no pueden catalogarse de “conservadoras”, después de 1902, las carreras de “Montoro, Zayas, Dolz, Fernández de Castro, Terry, Zaldo o Giberga (pág. 105). ¿De quiénes está hablando en este batiburrillo autonomista? ¿De Francisco, de José o Alfredo, de Rafael o del general José? Evidentemente de Alfredo y el general José. Lo demuestra en que sin decir de dónde lo saca, asevera en su libro el poco serio y menos respetuoso Rojas, que el general José Fernández de Castro fue autonomista (pág. 104). Parece que se le había olvidado que en más de un lugar había metido la pata y dejó esta coda. Para 1902 Alfredo hacía rato era independentista y, ahora, integrante del partido Liberal y este José (hay otro autonomista) había sido mambí. Pero Rojas los menciona entre los autonomistas, porque en su confusión no sabe de cuáles habla. Ya se ve que lo suyo son puras estafas y ahora solo trata de engañarnos y decir que donde dije digo digo diego. Para completar la pifia, también señala que nada menos que Manuel Sanguily militó, junto a José Fernández de Castro, en el partido autonomista (pág. 104). ¿Habrá encontrado sus carnés de afiliados en el tacho de basura de su casa, creo de la calle Tristá? Que pruebe esas militancias si puede. Por igual, en tal libro asegura (pág. 104) que el coronel Jesús Rabí alzó el 24 de febrero de 1895 en el potrero de Las Yegüas la bandera autonomista. Por supuesto no dice que, luego, cuando se dio cuenta de que con ella ya no podía engañar más a los españoles —razón de su empleo— la tiró al suelo y enarboló la independentista. En el suelo la encontraron las tropas españolas. Hasta el capitán general de la Isla, Calleja, sabía que Rabí y los Lora habían tratado de trampearles. Solo Rojas no lo sabe.
   También tal especulador de medio pelo, se atreve a hacer este libro sobre grandes intelectuales de parte del siglo XIX y del XX, lleva a Mañach casi al cielo y, óigase bien, oculta por solo citar a algunos, a Raúl Roa, Rubén Martínez Villena, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez. ¿Por qué? ¿Cuáles pueden ser sus motivos? ¡Ah pillín! Porque recibió 30 monedas a cambio de su pase a la claque oficial de la contrarrevolución, y allí no se permite estudiar a los rojos. Además, solo con artificios puede escribir que “Martí habría suscrito los 115 artículos de la constitución de 1901 y —dice de forma dubitativa—, seguramente, hubiera rechazado el apéndice que impuso la Enmienda Platt” (pág.161). Pues miren: creo que Martí hubiera rechazado, entre otros, artículos como el que declaraba la posibilidad de expulsar de la Isla a los extranjeros perniciosos, como lo hicieron desde José Miguel Gómez a Gerardo Machado, y también el artículo sobre la pena de muerte y no seguramente, sino sin seguramente, hubiera impugnado la Enmienda Platt. Únicamente por ignorancia de la historia, materia donde no debe meter su nariz de Pinocho porque no sabe y entonces miente, el señor Rojas pudo haber tomado de fuente falsa, que el autonomista Giberga había rechazado participar en una colecta entre los delegados a la constituyente de 1901 para donarle a doña Leonor Pérez la casa natal de José Martí, porque aquel, uno de los adorados integrantes del santoral de Rojas, le dijo al coronel Enrique Villuendas que no colaboraba con la colecta porque Martí había sido un hombre nefasto para Cuba (pág. 149).

(Presentación del libro “El autonomismo en las horas cruciales de la nación” y respuesta a un timador, La Jiribilla, No. 408, 2009)

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