Cuando Mañach dice no entiendo está poniendo sobre el tapete, con una sinceridad admirable una confesión de aniquilamiento.
No puede entender, esto es, se ha aniquilado porque anda demasiado entreverado, demasiado asenderado. Mañach ha sido siempre un escritor. Pero además ha sido político, orador de barricada, periodista, profesor, congresista, ministro, etc. Él y todos los que ayudaron a componer esa especie de generación literaria han abarcado todas las ramas del saber y del hacer. Se forjaron en el puro quehacer de la cultura, pero la revolución los lanzó al pasquín callejero. Luego han vivido angustiosamente tras la conquista del poder. De pueblo en pueblo, de barrio en barrio han ido mendigando el voto.
Y Mañach es el tipo de ejemplar de aquella hornada intelectual. Es el más puro, el más limpio, el más admirable. Y por eso en él la caída es más dura y la confesión íntima más angustiada. Ha caído de lo más alto.
(Una generación que se rinde. Prensa Libre, octubre 1949)
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