Dicen que cuando las dictaduras están terminando, sus amanuenses comienzan a perder el contacto con la realidad, alucinan, o bien se unen con fuerza antes no vista, infamia mediante, en el intento baldío de evitar los estertores. Ya sabemos que estos amanuenses son personas que, sin en esta labor para sus regentes, no valdrían nada. De modo que mentir, según los dictados que les hagan copiar, no es cuestión que les quite el sueño. Ellos, mientras les paguen, se consuelan diciéndose que alguien tiene que hacer el trabajo sucio.
(La infamia de Rafael Hernández, Cubaencuentro, marzo 2013)
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