¿Por qué tenemos que aceptar tácticamente, como algo normal y lógico que un escritor cubano, genial y bien preparado como lo fue indudablemente Piñera, viviendo hasta su muerte inmerso en la inmensa manera de un hecho histórico y cultural sin precedentes en la historia de su país como lo es la Revolución Cubana, haya hecho cuentos tan asépticos y descontextualizados como los de Un fogonazo? ¿En nombre de qué supuesta libertad de expresión o de creación puede un intelectual aislarse de un mundo en ebullición que diariamente golpea a su puerta clamando también por su aporte en su eterna lucha por la perfección? ¿Puede aceptarse como lógica la autocondena de Piñera al ostracismo, el autoexilio al mundo de la fabulación, suponiendo incluso que no hayan podido ser aceptadas sus propuestas estéticas, en una coyuntura política muy concreta y por todos conocidas?
(Un fogonazo contra “un fogonazo”, Revista Perfil de Santiago, 1988)
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