Lamento decir que de la llamada «diáspora», en español o inglés, no he leído nada que merezca figurar en una antología exigente, aunque la producción es copiosa y ha sido objeto de estudios sustanciosos por parte de William Luis e Isabel Álvarez Borland. No sé por qué no ha dado esa tradición diaspórica todavía a un Villaverde o a un Joseph Conrad; tal vez la obsesión del tema cubano, el cambio de idioma o la lejanía del español, no han permitido obras de gran aliento. Ni Cristina García ni José Kozer, por ejemplo, me parecen escritores de nivel. Si se me preguntara, cañón en la sien, cuál es el mejor de los mencionados en la era post 1959, diría que Arenas fue el más talentoso, a pesar, o tal vez por haber sido un hombre tan poco instruido —tan, en una palabra, inculto—.
(Oye mi son: el canon cubano, Encuentro de la cultura cubana, No. 33, 2004)
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