Siempre me pareció que la Sra. Loynaz inventó eso de la poesía y la edad por dos (o tal vez tres) razones, que son:
1. La poesía no la visitó más tras “La novia de
Lázaro”. (A propósito, no era exactamente una muchacha cuando escribió ese
poema que alude a un episodio muy fuerte de su vida). Ahí mismo se secó,
misteriosamente.
2. La frase era una indirecta con Nicolás
Guillén (nacido como ella en 1902), quien muy viejo publicaba de vez en cuando
versos en periódicos y revistas. A veces no muy buenos, por cierto. Esa pulla a
Nicolás la Loynaz la soltó en Bohemia, cuando la descongelaron tras años de
indiferencia (llamemos así al ninguneo) por parte de las instituciones
oficiales. Los jóvenes de los 80 comentamos mucho el asunto, nos regocijó el
brete.
3. La Loynaz adoraba hacer frases agudas,
generalmente amargas. Por teléfono daba unos raspes magnos, en persona, dicen,
también. Cuando escribía no tenía un ápice de humor. Tuve poco trato con ella.
No me interesó conocerla ni visitar su casa, exigía adoración y eso siempre me
ha parecido ridículo.
(No solo camino por lo chapeado, entrevista de Camilo Venegas. Blog El Fogonero, Agosto 2016)
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