En
2015 recibió el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Para cualquier
lector de James Salter, Ian McEwan, Richard Ford, Adonis o Tom Stoppard,
finalistas de ese año, su triunfo debió resultar un escándalo. Que el
galardonado fuera él es atribuible al restablecimiento de relaciones entre Cuba
y Estados Unidos, ocurrido por aquellas semanas. Premiaron, no una carrera
literaria, sino el logro de una época, el cese de un largo diferendo. Era tal
el ambiente de optimismo histórico, que se hacía delicioso acrecentarlo. El
Premio Princesa de Asturias de las Letras tenía que irse ese año a La Habana y,
de no haber dado con Padura, habría recaído sobre el almendrón más reluciente
de los alrededores del Capitolio (...)
(Del "Diccionario de la Lengua Suelta", de Fermín Gabor, Renacimiento 2020)
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