Yo leer ciencia ficción cubana no se lo deseo a nadie. ¿Para qué escribir si no puedes usar el término “cefalomo”? Quiero decir que hay un mundo de autores que sodomizan palabras compuestas (“astropuerto”, “geosincronía”, “retroláser”, etc.) y se inventan cosas insólitas (un postperro, por ejemplo) y militan en géneros risibles (fantaciencia, poesía especulativa) y publican libros de portadas dudosas —con letras en WordArt—, formando sagas sobre la destrucción del mundo o el apocalipsis del espacio-tiempo; y me parece muy bien, pero tengo cosas mejores que hacer que sufrir su sintaxis. Porque si hay una historia de la literatura que es la del derribo periódico de los límites de la imaginación narrativa, esa historia no contempla la ciencia ficción cubiche: en su gran mayoría, hecha hoy de peluche y orejitas puntiagudas.
(Tráiganme la cabeza de Carlos Manuel Alvarez. Hypermedia Magazine, marzo 2019)
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