No sabemos si los kakemonos japoneses llegarán a aclimatarse en el arte occidental. Pero nos agradaría ver empleadas las facultades exquisitas de Casal en asuntos más altos, que en pintar en jarrones, biombos, platos, estuches o abanicos, una gentil criolla con los atavíos postizos de una emperatriz de los nipones en un bal masqué. El poeta, hastiado de nuestra vida prosaica de factoría americana, se escapa a las regiones soñadas de ese oriente remoto forjado en la fantasía de invernadero de Judith Gautier. Busca el arte a lo lejos, para vivir por el arte. ¿Por qué habrá dicho Proudhon: l’art por l’art aboutit à de chinoiseries?
(Nieve, Revista Cubana, vol. XVI, agosto 1892)
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