La inexplicable boga de que alguna vez ha gozado este poeta, y que nos obliga a señalarle un puesto en esta Antología, se debió, indudablemente, a la sonoridad hueca de sus versos, manera apropiada para obtener el aplauso de las multitudes, sobre todo en una época de indudable mal gusto. Falto de verdadera y original inspiración, sin mensaje que transmitir e incapaz de sensibilidad moderna, se refugia en las formas antiguas, cantando a la mujer en el sentido más superficial y externo, y a la patria en versos de falso aspecto heroico, que cantan hazañas de pura imaginación:
Yo, que troqué hace tiempo la lira
por la espada...
Versificador más que verdadero poeta, es difícil hallar en los tres volúmenes en que ha recogido su labor composiciones antológicas que puedan representarlo. Cuando no es el mal gusto o la trivialidad, son los defectos propios de los rimadores vulgares los que se destacan en su obra: abuso de los tiempos de verbo usados como consonantes («Altivez», «Días de olvido», «Au depart...»); empleo inadecuado del adjetivo: «playa inmortal del pensamiento», «armoniosa musiquería»; llegando a imperdonables faltas de sintaxis, como cuando en «Tu recuerdo» dice:
... de este pobre viajero de la vida
que lleva el pecho por la daga herida
de la fatalidad;
y a faltas de sentido : «descansar en voluptuosas ansias» («Aspiración»), «el corazón cruzado por aldabas» («Enigmática»), «no me asesines, muerte, después de hacerme un mísero despojo» («Ruego»), «con tu rostro de perfiles seductores» («Efímera»); y a desconocimientos tan imperdonables como cuando en el soneto «A W. Wilson» dice: «transfigurada como Cristo en el Sinaí,. Abunda, además, en giros e imágenes prosaicas y en faltas de relación entre el título de la composición y el sentido de la misma, como en «Estoico».
(La poesía moderna en Cuba [1882-1925]; Madrid, 1926)
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