Era un millonario que dio algún dinero para la
cultura. Tenía una cierta información sobre el panorama cultural. Tenía un bar
para homosexuales en la playa Guanabo. Codirigía una revista en la que casi
todos sus colaboradores eran católicos. Durante la revolución estuvo dispuesto
hasta a ser delator. ¿Qué más se le puede pedir?
(entrevista, en Dile que pienso en ella,
de Nedda G. de Anhalt, Ediciones La Otra Cuba 1999)
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