Un
libro suyo menos y sería Ambrosio Fornet, se confundiría a uno con el otro.
Ambos
hallaron en la pedagogía una vía de escape al bloqueo de escritor, aunque Heras
León la adoptó a escala industrial, abriendo toda una escuela. Autor de cuentos
militares en sus inicios, él acantona, acuartela y vivaquea a sus alumnos en el
Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
(…)
Una tarde en que se discutió públicamente en
Matanzas el cuento más conocido de Senel Paz, recibí un llamado de atención del
profesor Heras León. Fue en el salón de actos de la biblioteca Gener y Del
Monte, y allí estaba también el autor de "El bosque, el lobo y el hombre
nuevo".
Yo le había advertido a Senel Paz que no me
gustaba su texto y que hablaría acerca de ello. Comenté, entre otras cosas, que
el personaje Diego resultaba inverosímil, un expulsado del país que acopiaba
recuerdos en su maleta y guardaba en ella ni más ni menos que imágenes
revolucionarias.
Era como si Eneas, huyendo de Troya, cargara
con una estatua del matarife Aquiles, amén de con su padre Anquises.
En ese punto pidió Eduardo Heras León la
palabra y dijo verse obligado a apelar a su propia historia. Como muchos de los
presentes sabíamos, él había sido sancionado por causa de un libro. Destinado a
trabajar en un taller metalúrgico, pasó años sin poder publicar una página y,
sin embargo, todo aquello lo hizo más revolucionario todavía. Por injustas que
fueran las sanciones aplicadas, todo lo que habían conseguido de él fue que
ahondara en su pertenencia a la revolución. Del mismo modo, el personaje Diego…
Cuando terminó con su perorata
autobiográfica, hice notar al autor de "La guerra tuvo seis nombres"
y "Los pasos en la hierba" que él era una persona y podía darse el
lujo de ser inverosímil. Diego, en cambio, vivía dentro de un cuento construido
según las leyes del realismo literario.
No contestó a mi objeción, y ahora me
pregunto si no será esa inverosimilitud personal la que lo bloquea como
creador.
El suyo podría ser un caso de estudio para
la clase más clínica que tengan allá en el Centro de Formación Literaria Onelio
Jorge Cardoso.
Eduardo Heras León recibió en 2001 el Premio
Nacional de Edición, así como el Premio Nacional de Literatura en 2014. Lo
mismo que en el caso de Ambrosio Fornet, la falta de credenciales hizo que
primero lo laurearan como editor, para poder considerarlo literato luego.
(Del
"Diccionario de la Lengua Suelta", de Fermín Gabor, Renacimiento 2020)
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