Era
noviembre de 1968 y los lectores de Verde Olivo se preguntaban quién era
Leopoldo Avila. Nadie lo sabía entonces. Hoy se sabe que era Luis Pavón, a
veces con la ayuda de José Antonio Portuondo. Sin embargo, la auténtica autoría
intelectual de esos textos, bajaba del gobierno comunista cubano, al que el
ficticio Leopoldo Ávila convirtió en el único gobierno de la historia en usar
un heterónimo.
Desde las páginas de Verde Olivo, Pavón crucificó
la homosexualidad, y con arrogante ignorancia definió a Heberto Padilla, a su
mujer la poetisa Belkis Cuza Malé, a Virgilio Piñera y a Cabrera Infante, como
“escritores irrelevantes dentro de la narrativa cubana”: Según Pavón, “Cabrera
es un tallador de la CIA. Con Severo Sarduy y Adrián García, trazan desde el
extranjero el camino de la traición...”
Luis Pavón hizo también suyo el apotegma de
Castro, “Dentro de la revolución: todo; fuera la Revolución nada”, otro de los
clamorosos fraudes discursivos del comandante, recortado descaradamente de la
máxima de Mussolini: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada
contra el Estado”.
Resumiendo, el posicionamiento público de Luis
Pavón al lado de la dictadura y en abierta beligerancia contra la
intelectualidad más respetada del país, lo hizo merecedor del puesto más
sensible dentro del estamento cultural: Por indicación expresa de Raúl Castro,
en 1971 Luis Pavón fue nombrado presidente del Consejo Nacional de Cultura, el
Ministerio de Cultura de entonces.
No hay dudas sobre la identidad del autor de
este nombramiento, porque en los días previos a hacerse efectivo, el propio
Raúl era recibido por Pavón en su oficina de la revista que dirigía, delante de
todo el mundo. “El general utilizaba el despacho de Pavón en Verde Olivo para
reunirse con quienes lo asistían en la tarea de espiar a "la ciudad
letrada", que en todos los tiempos ha sido una fuente de zozobra para los
poderes liberticidas”, cuenta el poeta y periodista Manuel Díaz Martínez,
director de la revista “Encuentro de la cultura cubana”, en un artículo
publicado en El País.
También en su “Intrahistoria abreviada del
caso Padilla”, Díaz Martínez describe “la época en que Raúl Castro presidía
unas reuniones que se celebraban en la oficina de Pavón, en las que, a partir
de informes aportados por los cuerpos de seguridad, se seguía el comportamiento
político de los escritores y artistas cubanos que vivíamos en la isla”.
El Pavonato fue pues, la puesta en práctica
de los lineamientos de Fidel, de quien Pavón y Quesada fueron ayudantes
necesarios y ejecutores serviles. Su primera acción notable, fue el acoso y
derribo del ya entonces defenestrado Heberto Padilla. De ahí en adelante,
Quesada y Pavón sembraron el terror en la intelectualidad cubana, como nunca
antes nadie lo había hecho.
(Tomado
de Facebook, febrero 2020)
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