La
idea de cubanía de Fernando Ortiz no se puede abstraer de su propia ideología,
que no era comunista, ni siquiera socialdemócrata, sino estrictamente liberal y
republicana. La moral patriótica es un compromiso que, históricamente, puede
manifestarse desde múltiples ideologías. De ahí que resulte forzado transferir
el patriotismo de Ortiz a cualquier otro, mucho menos al tipo de patriotismo
que Abel Prieto y los ideólogos oficiales de la isla quieren difundir en la
Cuba del siglo XXI. Ese patriotismo, subordinado a una ideología de Estado que
no es marxista, sino autoritaria, es el que opera como una verdadera castración
o mutilación de la nacionalidad.
Abel Prieto usa la letra de Ortiz, y de José
Antonio Ramos —cónsul en Filadelfia, profesor de la Universidad de
Pennsylvania, protestante, gran admirador de la cultura de Estados Unidos y
autor de un todavía útil Panorama de la literatura norteamericana (1935)
—, y de Elías Entralgo —seguidor del evolucionismo social de Enrique José Varona
y defensor de la Constitución de 1940— para distorsionar su sentido. Así,
amparado en la autoridad de tres intelectuales republicanos, decreta, una vez
más, la expulsión de Guillermo Cabrera Infante de la cubanía.
Dice Prieto que «Cabrera Infante era
francamente anexionista de alma y pensamiento». Que en su libro Mea Cuba
(1993) promovía la adoración por Estados Unidos, que se burlaba de José Martí,
que odiaba a la nación cubana, aunque su literatura fuera «radicalmente
cubana». En síntesis, lo que dice Prieto es que se puede ser esencialmente
cubano en la escritura pero anticubano en la ideología. ¿De veras? ¿Y si fuera
al revés? En ese caso, tal vez Prieto sería uno de los escritores emblemáticos
de la literatura anticubana contemporánea: un ideólogo nacionalista con una
prosa exógena.
(Cabrera
Infante o la cubanía. Revista El Estornudo, septiembre 2019)
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