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Tuesday, April 26, 2016

Raúl Dopico vs. Leonardo Padura

Tiene razón Padura cuando afirma que todo el drama de su generación atraviesa su obra. Quizás por eso es mayormente melodramática, impostada y complaciente con el dibujo de la realidad que pretende mostrar. Y es que trata de ser realista, descarnado y trágico, pero no lo logra, porque la realidad cubana que busca retratar no lo es. La realidad cubana exagera su genuino melodrama, la festividad de su cotidianidad y su felicidad, a través de las acciones de sus personajes, para alcanzar ese carácter grotesco que inspira una lastimosa comicidad —cuatro ejemplos cercanos en el tiempo son: el grito libertario de "jama" del ya mítico Pánfilo; el cartelito de Mariela Castro que rezaba Obama give me five; el risible y patético acto de repudio de las Damas de Blanco a una de sus compañeras; y la foto del primogénito de Fidel Castro con Paris Hilton—, y adentrarse en los misteriosos y truculentos artificios de una demoledora farsa social.
   "Mucha gente se dejó vencer", dice Padura, con una travestida nostalgia que posee un tufo de justificación innecesaria. Todos los cubanos sabemos que nadie se dejó vencer. Sencillamente nos trituraron en una poderosa y eficiente maquinaria totalitaria. Una maquinaria de la que la generación de Padura fue una importante rueda dentada. Padura mismo un importante diente de esa rueda.
   El reduccionismo del escritor para definir el fracaso de la Cuba castrista, es tan paternalista como irreal. Si al menos dijera "Mucha gente se volvió cínica", entonces estaría reflejando el sentimiento dominante de la Cuba actual, el entendimiento de que ante un fracaso sociopolítico tan desgarrador, como el que le impuso el castrismo a la nación cubana, salvarse a través de la fuga, era no solo la opción más deseada, sino la más razonable, para un pueblo que no ha dado ni héroes ni semidioses —tampoco filósofos, por cierto—, y sí muchos sacerdotes del hedonismo.
   Padura presume el cinismo del homo castrista, cuando con el mismo impudor con el que construye sicologías, establece que en la relación Cuba-EEUU ha habido "demasiado tiempo de desentendimientos de todo tipo". Como si Cuba se hubiera sumido en su largo infierno por "desentendimientos".
   Al final, Padura evidencia que no solo desconoce los géneros dramáticos, sino que a la hora de encontrar los móviles dramatúrgicos que definen la realidad cubana, se deja vencer por la frivolidad. Tal vez si fuera un aficionado al habano de lujo, hubiera logrado su selfie con Paris Hilton. De esa manera sería un hombre común caricaturizado en una situación irrisoria, para diversión de los espectadores. Su realidad no sería ni trágica ni descarnada, pero al menos entraría en el círculo de la comedia, que, como la tragedia, también es un género mayor.

(Padura, Cuba, Paris Hilton y la isla que vive en farsa, Diario de Cuba, marzo 2015)

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