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Friday, January 15, 2016

Orlando Luis Pardo Lazo sobre Rufo Caballero

Habíamos publicado un texto de Duanel Díaz donde se le daba cuero conceptual sabrosón al caballero Rufo. Se lo merecía. Era, además, un ensayito delicioso donde Duanel Díaz violentaba teorías para dejar un poco desnudo al rey Rufo, que por esos años comenzaba a pasarse de engreído y despótico a la hora de legitimar o estigmatizar la más mínima recontrapelusa que tuviera que ver con arte. Era además, por supuesto, un texto brillante, como todo lo de DD desde que era estudiante en la Universidad de La Habana, para enojo y envidia hasta del claustro profesoral más mediocre y marxistodoxo.
   Rufo se encabronó. Fue a varias librerías de la capital y compró tantos números como pudo de aquella edición paupérrima de la revista ExtramuroS. Se convirtió en un censor gracias a su creciente poder adquisitivo. Después, se convirtió en un policía literario, cuando le escribió una carta de queja patria nada menos que a Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano del Libro, donde nos acusaba de “amarillismo” y de “atacar a figuras de la cultura nacional”. Aún después, se personó en el Centro Provincial del Libro de Ciudad de La Habana, con el objetivo de sancionar laboralmente al staff de ExtramuroS de cara a nuestra más o menos inculta y aterrada directora (no quería perder su cargo como al cabo lo perdió).
   Era una máquina de muerte. RC quería sangre. DD reía y se frotaba las manos allá en su refugio de Lawton (es mi vecino, aunque ahora vive en USA). Creo que todo el mundo debió aplaudir como en un ring de boxeo, si es que el campo literario cubano conservaba al menos una pizca de beligerancia. Rufo Caballero hizo entonces el ridículo de un radical (no era ni remotamente nuestro objetivo). Incluso convocó una especie de subasta privada para que sus amigos escribiesen contra Duanel Díaz (varios lo hicieron, de manera muy torpe). Lo cierto fue que, en el colmo de mi ingenuidad civil, yo quería aprovechar aquella entrevista enrarecida para conocer a uno de los críticos más inteligentes e iconoclastas de los años 90 en Cuba, pero sólo pude espantarme ante el ogro herido de su ego engordado.
Tuvimos que defendernos como peor pudimos. Rufo rabiaba. Nos apabulló con su sapiencia, pero nosotros nos apoyábamos en el Consejo de Redacción de ExtramuroS, que hizo votos a favor de la decisión de haber publicado aquella crítica de DD versus RC. A la postre perdimos la confianza de nuestra directora general, que a partir de entonces nos vio a Margarita Urquiola, a Norge Espinosa y a mí como a una cuadrilla de forajidos colados en el corazón editorial del sistema de revistas provinciales.
   Nunca más interactué con RC. Tuve suerte para topármelo de tú a tú, siempre por las aceras de El Vedado y de la colina de San Lázaro abajo. Tal vez habitaba por esa zona. Cada vez que lo vi estuve tentado de saludarlo y comentarle en paz aquella anécdota inquisitorial. Pero la mirada en el infinito de Rufo Caballero ni siquiera se acordaba de mí. Estoy seguro que jamás me leyó (al contrario de ustedes, él sí se salvó de mí). OLPL había sido apenas un episodio de odio, como otros tantos para él. Una mosca merodeando sobre el pastel docto de su fama. Una mierdita mediocrísima molestando al maestro. Y, en más de un sentido, fue literalmente así. Perdón, si cabe, pero no me arrepiento. Porque nunca hubo inquina de nuestra parte, pues sólo pretendíamos provocar la polémica dentro de nuestra pacificada intelectualidad cubanesca.
   Adiós ahora de verdad, querido Rufo de la retórica. De un modo que ni yo mismo entiendo tu muerte ajena me llena de pronto de dolor.
   Contaba secretamente contigo para el desmontaje de la demasiada cubanidad cultural. Te leía todavía con humor y respeto, con atención y ganas de replicar si tuviera las herramientas estéticas para mandarriarte. Eras de los buenos, no importa en cuántas canalladas puedas haberte visto involucrado como parte del flotar en las aguas revueltucionarias del aquí y ahora. No importa las cuotas de poder con las que soñaste investirte para proyectar desde adentro del monstruo tu vehemente voz. No importa en qué pudieras haberte convertido de tener un alto cargo político en esta Cuba de los cambios donde nada cambia.

(Rufo RIP. Blog Penúltimos Días, enero 2011)

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