Si no sabes de lo que
vas a hablar, mejor no hables. O habla de angelitos caídos o de la resurrección
de Carlos Marx o de la estatua de oro —aportado, con sacrificio tanto, por el
pueblo revolucionario— que le erigirán a Fidel Castro en su momento.
Con pavor, he leído
en Havana Times que el pasado martes,
en el flamante Café Wichy, en La Habana, has dicho, sin que te tiemble el
pulso, la lengua y seguramente tampoco el corazón, que “en Cuba nunca se ha
perseguido a los homosexuales”.
¿Quién te lo dijo?
¿Cómo lo sabes? ¿Dónde vivías tú en la década de 1960? ¿Mientes por ignorancia
o solo lo haces por mentiroso?
Según la nota de Havana Times ni siquiera tu respuesta
sobre este tema venía al caso. ¿Habrías bebido demasiado vodka?, ¿tuviste un
lapsus brutus?, ¿un rapto de homofobia inesperado?
Porque resulta completamente
incomprensible que niegues algo que es una verdad pública, constatada hasta la
saciedad. ¿Estás enloqueciendo por alguna razón que guardas en secreto?
Como eres un hombre
informado, seguramente tienes conocimiento de que en Cuba, de 1965 a 1968, existieron
las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (Umap) en las llanuras
camagüeyanas. Allí, según el cálculo más creíble, confinaron a 22 mil hombres
en condiciones deplorables, de los cuales, otro cálculo muy creíble, el 42 %
eran homosexuales. El resto, religiosos de todas las filiaciones, “dulce vida”,
lumpen y aspirantes a emigrar del país, entre otros. En fin, la lacra social,
como los llamaban
Ninguno de aquellos
hombres merecía estar allí. No habían cometido delito alguno. Pero lo he dicho,
y me moriré diciéndolo, que los menos culpables de encontrarse en aquella
situación eran los homosexuales; ellos no se negaban a trabajar los sábados,
como los adventistas o a no jurar ante bandera alguna como los testigos de
Jehová, por ejemplo; lo cual, medido con el rasero de un régimen autoritario,
podía obrar en contra de una ideología impuesta, y en contra asimismo del
“desarrollo armónico” del país de alguna manera. Pero ellos, los homosexuales,
solo tenían una culpa: haber nacido así.
Si bien —busca en los
discursos de tu comandante en jefe de aquellas épocas—, fueran denigrados en
público por este, quien, aparte de las Umap, en ciertas ciudades mandó a hordas
de heterosexuales, varones, machos, tipos duros a acosarlos, perseguirlos,
golpearlos.
Sabes, en las Umap,
fueron los homosexuales los más preteridos de diversas formas. Investiga, quizá
te pueda servir para una novela, cómo vivían los homosexuales en el campamento
Guanos, “compañía” 4, del “batallón” 23, de la “Agrupación” (división) 6, a
unos 12 kilómetros del central Senado, en un sitio rural infernal llamado La
Anguila.
¿Has sabido alguna
vez de personas encerradas entre cuatro bardas de alambres de púas —rematadas
con cercas antifugas—, rodeadas de cañas inmensas, compactas, que ni siquiera les
permitían a los allí encerrados tener vista hacia los lados, sino solo hacia el
cielo?
Así vivían los
homosexuales en Guanos.
Consta en la
información de Havana Times citada,
que según tú la homofobia gubernamental (¿por fin, en qué quedamos?) resultaba
una necesidad política, “al principio de la Revolución habría tenido un costo
político enorme conceder protagonismo a las personas homosexuales”.
¿Qué protagonismo?
¿Quién habló o hablado de protagonismo entonces en el caso de los homosexuales?
Solo había que dejarlos vivir.
Dice además la nota
en cuestión que explicaste “que la participación masiva del campesinado cubano
[en la revolución], de fuertes tradiciones homofóbicas, impedía el
reconocimiento a los homosexuales. De modo que esa parte de la sociedad fue
‘apartada’ ‘pero nunca perseguida’”.
¿De dónde sacaste que
el campesinado cubano de entonces era homofóbico? ¿Quién te lo dijo?
Como cubano, me duele
que alguien, nacido o no en la Isla, afirme tal cosa sobre hombres y mujeres
nobles, respetuosos, quienes por estas razones resultan comedidos, de modo que
no suelen entrometerse en las “diferencias”.
De cualquier manera,
quienes estaban al frente de le revolución en aquellos momentos, no eran
“campesinos brutos”, sino educados, como Fidel y Raúl Castro, o más bien no
eran campesinos, como Carlos Rafael Rodríguez, Blas Roca, Ernesto Guevara, Juan
Almeida, etcétera.
De modo que estos
hombres, guías, en todo caso hubieran podido controlar al “campesinado cubano,
de fuertes tradiciones homofóbicas”. Así que tú argumento tiene tanto peso como
la cáscara de un grano de arroz bajo un ciclón.
Maestro, luego de
releer la información citada, te aconsejo que sigas escribiendo,
tranquilamente, en esa tierra que te acogió y te ha repletado de lectores
cautivos, a la par que sus gobernantes expulsaron de ella a muchos de sus
mejores hijos.
Aunque no estaría de
más que visitaras un psiquiatra, tal vez ya se te ablandó el llamado lóbulo
frontal, que, según tengo entendido, cuando esto sucede, las personas de cierta
edad comienzan a decir insensateces.
(Carta abierta a Daniel Chavarría. Cubaencuentro, diciembre 2014)
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