Yo no creo que sean los intelectuales los que tengan
que preguntarse ahora qué es lo que va a hacer la Revolución con ellos, sino
son ellos los que tienen que preguntarse qué es lo que van a hacer ellos con la
Revolución. El compañero Dorticós, nuestro gran Presidente, en unas palabras de
adhesión al Congreso de Escritores, nos pedía a los intelectuales y artistas
que nos incorporásemos a la Revolución como unidad. Yo creo, compañeros, que
ahí reside la cosa: que tengamos una posición humilde, porque hasta ahora yo no
la he visto aquí en esta reunión. Yo no veo, por ejemplo, que el compañero
Heberto Padilla, a quien quiero y admiro tanto, si yo no me equivoco en la
interpretación que le di a sus palabras, estaba pidiendo que el pueblo se
superara en una labor de cuatro años para que los poetas pudieran llegar a él.
No sé si yo lo comprendí mal, pero me parece que el compañero Padilla dirigía
el esfuerzo de la Revolución a una superación previa del pueblo para que el
pueblo comprendiera a sus intelectuales, a sus poetas. Y a mí me parece que es
al revés. Si yo comprendí exactamente, y esas fueron las palabras del
compañero, y él me dice que sí, que fueron esas, yo le digo al compañero
Padilla que somos los intelectuales, los poetas, los que tenemos que prepararnos
para llegar al pueblo. Hay que saber, compañeros, que somos unos ignorantes
consumados en algunas ocasiones en relación con los campesinos y los obreros.
Tienen la posición tremenda, esa posición del compañero Padilla: pedirle a un
pueblo que ha hecho la Revolución que ha hecho. Y yo me recordaba de aquellas
palabras del compañero Fidel, cuando alguien le imputó su incultura al
compañero Camilo. El compañero Fidel desde la tribuna dijo: «¿Inculto? ¿Inculto
Camilo y ha hecho la Revolución?». Y, a lo mejor, compañeros, para ser bien
francos, a lo mejor nos encontramos con intelectuales y con poetas que no
realizaron ningún esfuerzo por la Revolución, y asumen estas posiciones de
venir a una reunión como ésta a pedir que el pueblo, que tiene más sensibilidad
que ellos, y que la tuvo siempre, se supere para que los comprenda a ellos.
¡Qué contraste! Yo creo en la posición humilde en todo. Una posición de
humildad, sincera, de fraternidad, de sentido fraternal. Aquí, en esta reunión,
y en el Congreso. Porque aquí lo que hay son unos prejuicios enormes. Aquí, en
todos. En casi todos los compañeros que han intervenido. Prejuicios,
malcreencias, discrepancias. Ningún sentido de sencillez y humildad, ninguno.
Se creen unos dioses. Que estamos por encima del hombro del pueblo. De un
pueblo como el de Cuba, que ha hecho una Revolución como ésta. […] Ahora bien,
si nos quedamos con todos los prejuicios, y con todos los egoísmos, y con todos
los engreimientos que tenemos de intelectuales, nos quedamos metidos en el
gabinete y en la capillita y en el chisme y en el cenáculo ese, engreído y
sucio, en el que hemos estado. No hemos hecho entonces ninguna obra a favor de
la Revolución. Y lo que se nos pide no es nada más que trabajar a favor de la
Revolución con las formas que se tengan, con las esencias que se tengan. Y la
Revolución sí que va dirigida a los intelectuales, pero pidiéndoles nada más
que una cosa: que estén a favor de ella. Nada más. Porque no se le va a
permitir a ningún poeta ni a ningún escritor que haga un poema a favor del
imperialismo. Eso no se lo vamos a permitir. No se lo va a permitir la
Revolución, no se le va a permitir a nadie. No se lo podemos permitir. No será
el compañero Fidel ni será… pero no se le va a permitir.
(Encuentro de
los intelectuales cubanos con Fidel Castro. Transcripción publicada en
Encuentro de la cultura cubana, No. 43, 2007)
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