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Wednesday, November 16, 2016

Manuel Navarro Luna vs. “la falta de sencillez” de los intelectuales cubanos

Yo no creo que sean los intelectuales los que tengan que preguntarse ahora qué es lo que va a hacer la Revolución con ellos, sino son ellos los que tienen que preguntarse qué es lo que van a hacer ellos con la Revolución. El compañero Dorticós, nuestro gran Presidente, en unas palabras de adhesión al Congreso de Escritores, nos pedía a los intelectuales y artistas que nos incorporásemos a la Revolución como unidad. Yo creo, compañeros, que ahí reside la cosa: que tengamos una posición humilde, porque hasta ahora yo no la he visto aquí en esta reunión. Yo no veo, por ejemplo, que el compañero Heberto Padilla, a quien quiero y admiro tanto, si yo no me equivoco en la interpretación que le di a sus palabras, estaba pidiendo que el pueblo se superara en una labor de cuatro años para que los poetas pudieran llegar a él. No sé si yo lo comprendí mal, pero me parece que el compañero Padilla dirigía el esfuerzo de la Revolución a una superación previa del pueblo para que el pueblo comprendiera a sus intelectuales, a sus poetas. Y a mí me parece que es al revés. Si yo comprendí exactamente, y esas fueron las palabras del compañero, y él me dice que sí, que fueron esas, yo le digo al compañero Padilla que somos los intelectuales, los poetas, los que tenemos que prepararnos para llegar al pueblo. Hay que saber, compañeros, que somos unos ignorantes consumados en algunas ocasiones en relación con los campesinos y los obreros. Tienen la posición tremenda, esa posición del compañero Padilla: pedirle a un pueblo que ha hecho la Revolución que ha hecho. Y yo me recordaba de aquellas palabras del compañero Fidel, cuando alguien le imputó su incultura al compañero Camilo. El compañero Fidel desde la tribuna dijo: «¿Inculto? ¿Inculto Camilo y ha hecho la Revolución?». Y, a lo mejor, compañeros, para ser bien francos, a lo mejor nos encontramos con intelectuales y con poetas que no realizaron ningún esfuerzo por la Revolución, y asumen estas posiciones de venir a una reunión como ésta a pedir que el pueblo, que tiene más sensibilidad que ellos, y que la tuvo siempre, se supere para que los comprenda a ellos. ¡Qué contraste! Yo creo en la posición humilde en todo. Una posición de humildad, sincera, de fraternidad, de sentido fraternal. Aquí, en esta reunión, y en el Congreso. Porque aquí lo que hay son unos prejuicios enormes. Aquí, en todos. En casi todos los compañeros que han intervenido. Prejuicios, malcreencias, discrepancias. Ningún sentido de sencillez y humildad, ninguno. Se creen unos dioses. Que estamos por encima del hombro del pueblo. De un pueblo como el de Cuba, que ha hecho una Revolución como ésta. […] Ahora bien, si nos quedamos con todos los prejuicios, y con todos los egoísmos, y con todos los engreimientos que tenemos de intelectuales, nos quedamos metidos en el gabinete y en la capillita y en el chisme y en el cenáculo ese, engreído y sucio, en el que hemos estado. No hemos hecho entonces ninguna obra a favor de la Revolución. Y lo que se nos pide no es nada más que trabajar a favor de la Revolución con las formas que se tengan, con las esencias que se tengan. Y la Revolución sí que va dirigida a los intelectuales, pero pidiéndoles nada más que una cosa: que estén a favor de ella. Nada más. Porque no se le va a permitir a ningún poeta ni a ningún escritor que haga un poema a favor del imperialismo. Eso no se lo vamos a permitir. No se lo va a permitir la Revolución, no se le va a permitir a nadie. No se lo podemos permitir. No será el compañero Fidel ni será… pero no se le va a permitir.

(Encuentro de los intelectuales cubanos con Fidel Castro. Transcripción publicada en Encuentro de la cultura cubana, No. 43, 2007)

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