El místico martiano, el católico, apostólico y
romano Cintio Vitier no es culpable sólo por su incongruente sumisión al
totalitarismo ateo de corte marxista o fascista –tanto monta– en el poder…
Su incongruencia es más bien aparente. Voluntarista
y teleológico como era, pese a la plétora de sangrientas y sacrílegas
evidencias en contra desde antes del triunfo castrista, quiso empecinarse en
ver en el advenimiento del Nuevo Régimen un avatar de la pàrusía cristiana.
Burgués culto de filia nacional-católico-antiyanqui,
marcado a fuego académico por la impronta revanchista y antisistema de las
generaciones del 98 y el 27 en España, Cintio tenía más puntos de convergencia
que de divergencia con el imaginario castrista.
Peor aún, por su largo papel rector en el
bachillerato, en buena ley cabe atribuirle al difunto el mérito de destacado
ilustrador republicano de la Revolución Cubana. O sea, de deformador teórico de
la belicosa juventud que echó abajo la Segunda República bajo la batuta de
Fidel Castro, cuyos antecedentes gansteriles él debía de conocer al detalle…
Desde una u otra poética o temática, el grueso de la
intelectualidad de su muy catastrofista “Generación del Cinquentenario
Martiano” cumplió ese mismo papel. Porque, mal que nos pese admitirlo
–cambiando lo poco que haya que cambiar, desde luego– el Ché Guevara dio en el
clavo con aquello de la inautenticidad revolucionaria como “pecado original”
del intelectual burgués: salvo honrosas excepciones (Gastón Baquero, Lydia
Cabrera, Lino Novás Calvo y pocos más), se comportaron como una servil o
díscola caterva de cambiacasacas y/o farsantes más o menos contumaces.
Sobre todo Cintio, por el énfasis moralista, por esa
mojigatería nacionalista invariablemente desbocada en todas sus obras. Los
títulos hablan por sí sólos: “Lo cubano en la poesía” (salvo por los tópicos,
una entelequia imposible de hallar en el libro), “El sol del mundo moral” (que
nunca le alumbró a él el interior del cráneo)…
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