Miami es la capital del exilio cubano, lo que quiere
decir que toda su actividad gira en torno a esta condición política; y si eso
es un principio moralmente saludable, no es menos cierto que los principios son
amorfos y abstractos, insustanciales. De cualquier modo, eso quiere decir que
Miami vive de la oposición a Cuba; una oposición puntal, que trata de recrearla
institucionalmente, aunque en sentido inverso. Si eso suena a sin sentido es
porque es un sin sentido, pero parece que ese es el daño del exilio cubano; por
lo que termina creando una industria fantasma, que se alimenta como un vampiro
de esa oposición al gobierno cubano, de la que se pretende derivar toda
legitimidad justo por falta de interés creativo real.
Por supuesto, el gobierno cubano es de lo peorcito que
hay, pero cuenta con la anuencia y la complicidad de su exilio; no se puede
explicar de otro modo su supervivencia y la inoperatividad de ese exilio, que
persiste en sus métodos inefectivos. Ahora, después de mucho esfuerzo —y algún
intento anterior— se fabrican un festival literario diz que alternativo; es
decir, otro modo no convencional de conseguir y de seguir en lo mismo, otra
institución que recreará la situación de siempre. Quizás tenga el valor de
incluir a los que de otro modo no han logrado penetrar la estructura
institucional ya dada; si es que eso es un valor, y no el desarrollarse al
margen de todo institucionalismo, que es lo propio de la libertad. En todo
caso, por antecedentes ahí está reunido lo peor del neo exilio cubano, que
trata de vivir bajo la manta legítima del exilio histórico; pero que lo hace
perpetuando las contradicciones originales —incluidos los
métodos vergonzosos de chantaje, pandillismo, abuso y deslealtad— cuando
ya el paisaje es otro, porque justo no sabe vivir de otro modo.
No por gusto ha dicho el evangelio que hay que dejar
que los muertos entierren a sus muertos, y al oportunismo hay que mantenerlo
siempre lejos; pero es una pena cuando ves a seres queridos en esos desfiles
mortuorios, que es por lo que la conseja evangélica tiene ribetes heroicos;
porque todo el que se solaza en la mentira se hace cómplice y parte activa de
la misma, aunque sólo esté tratando de satisfacer su vanidad. Al final, el bien
no está hecho de sucesos trascendentales sino de esas nimiedades que reflejan
la bondad; y eso quiere decir que nada que se alce desde el oportunismo o la
mentira llega a buen puerto, no importa cuánto finjan todos que van bien, como
en el mismo cuento del tren del socialismo.
(Festival
alternativo en Miami. Blog El Anarkista, diciembre 2014)
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