El señor
Alfonso Dilla increpa la factura de cartas abiertas, dirigiéndome lo que parece
ser una.
Yo no escribí
una carta abierta a Rubén Blades sino apenas un artículo sobre lo que considero
una desafortunada intervención del cantautor en la pelea que Venezuela libra
por mantener una revolución pacífica que representa a la mayoría de su pueblo,
y a la que sus enemigos satanizan, y acusan diariamente, en la televisión y en
los periódicos, de secuestrar la libertad de expresión. Dilla exalta la Mesa
Democrática que combate la Revolución Bolivariana, pero su jefe, Henrique
Capriles fue de los que, con impulso ateniense, intentó asaltar la embajada de
Cuba en Caracas, en los días del fallido golpe de abril de 2002. Publiqué el artículo en el blog de mi amigo
Silvio Rodríguez y algunos le atribuyeron la autoría, tal vez para así tener un
motivo para atacarlo. Parece no haber nada peor que la ira autoritaria de un
“enemigo” del autoritarismo.
Dilla se
revuelve airado contra mi artículo y, en
unas pocas cuartillas, me llama autoritario, sin veracidad en lo que afirmo ni
coherencia en lo que argumento, autor de un “ verdadero monstruo de esos que
genera la razón autoritaria” y que será un escollo para la república democrática
que Dilla augura que aparecerá en Cuba.
Claro, que en
ese paraíso libre e idíllico, no tendrá espacio “una franja de la
intelectualidad cubana que ha decidido chapotear en la pobreza de la pobreza”.
Además de señalar la hemorragia de adjetivos y descalificaciones que Dilla
acumula en unas pocas páginas sin argumentos, no me parece que esta carta
electrónica merezca mucha más impugnación.
En los últimos
párrafos, Dilla habla más claro y muestra su voluntad de desacreditar a la
Revolución Cubana, en la que sus más cincuenta años han evidenciado los
defectos, las carencias. Tanto, que está
revisando a fondo su modelo económico y muchos criterios políticos. Pero esa
revolución de los humildes fue el único proceso político latinoamericano que,
en los sesenta, contra viento y marea, cuando la República Dominicana fue
“democráticamente” ocupada por los marines, resistió el ataque de los
patrocinadores de Dilla. Salvador Allende fue derrocado en los setenta por una
jefatura del ejército chileno que respondió a las órdenes del ideólogo
Kissinger, gran patrocinador del fascismo.
La izquierda,
señor Dilla, no es esa entelequia que usted proclama demagógicamente para
enseguida hacerle el trabajo a la derecha, como los carteristas que gritan “al
ladrón” mientras ponen el botín a buen recaudo. La izquierda latinoamericana
son esos gobiernos democráticamente electos –de Venezuela, de Bolivia, de
Ecuador, de Brasil, de Argentina, de Uruguay, de Nicaragua, como lo fueron los
derrocados Mel Zelaya y Fernando Lugo, en Honduras y Paraguay–, que saben que
la Cuba revolucionaria fue el punto de partida para este cambio de época, la de
la segunda independencia.
Dilla,
arúspice de nuestra futura democracia, afirma que “toda propuesta política
–revolucionaria, reformista o conservadora, es susceptible de ser impugnada”.
Me imagino que, entre esas impugnaciones Dilla reconoce que, cuando no se pueda
ganar en unas elecciones transparentes, se salga a la calle a incendiar y
matar. Eso se llama, señor Dilla, “fascio di combatimento”, puesto en acción
hace casi un siglo por un viejo demócrata italiano llamado Benito Mussolini y
más recientemente por sus alumnos de este lado del mundo. Apoyar eso, así sea
lateralmente, es lo que le impugnaba a Blades, que se dirigía a las autoridades
venezolanas como si ese no fuera un país en el que esos violentos aspiran a un poder que no consiguen ganar en
elecciones.
A usted, no
cometeré la tontería de impugnárselo: siga tranquilo en su guarimba ideológica.
Acaso lo haría si hubiese usted compuesto unas salsas como “Plástico” y “Pedro
Navaja”, pero sin tener swing… ¿para qué?
Hay muchos
“demócratas” que lo son hasta que pierden con la democracia. No creo que su
libelo abierto merezca mucho más: solo terminar diciéndole que creo que en
Cuba, y también en Venezuela, el
pasado lo van siendo usted y sus
poderosos patrocinadores.
(Sobre un libelo abierto. Blog Segunda
Cita, marzo 2014)
No comments:
Post a Comment