En Petimetres contra
Martí, que publicó en Cubadebate, en
el portal de la cultura cubana y en su propio blog, Ud. —que es Premio Nacional
de la Crítica y Doctor en Ciencias Filológicas— ha dado muestras del
depauperado estado de la crítica cubana, puesto que su barrabasada no solo ha
sido ampliamente publicada, sino que tampoco ha suscitado ningún rechazo. No
hay más que ver —gracias a la información que nos ofrece— los melindres de
Ambrosio Fornet que reaccionó al ensayo de Antonio José Ponte con esta sonsa
pregunta: “¿Cómo es posible ofender de esa manera a Martí?”
En su artículo
—llamémoslo así— usted alude a “alguien nacido en Cuba” que “pretendió
convertir a José Martí en aire.” A nadie puede escapársele su intención de
negarle la cubanía al autor a que se refiere, y —como si a lo uno siguiera lo
otro— ningunearlo: “alguien”. Todos sabemos que se refiere al ensayo El abrigo
de aire, de Ponte. Quiero recordarle que Casal mismo, cuya cubanía —bien que le
pese— es innegable, en su poema “Autobiografía” también se presenta, no como
cubano, sino como nacido en Cuba. En definitivas, es lo que es cualquier
cubano: ALGUIEN que nació en Cuba, y eso lo incluye a Ud. mismo, y al propio
Martí. Por otra parte, usted, además de pésimo, es también un vil lector,
puesto que el argumento de Ponte no es que Martí es —como usted pretende— el
aire que “simboliza inutilidad y desarraigo,” sino que las ideologías habían
inflado de aire a Martí. De manera que mostrar el funcionamiento de la
ideología exigía vaciar a Martí. Pero usted dice algo que resulta revelador. Al
significado del aire que le atribuye a Ponte, opone el otro, el suyo, el aire
que hace de Martí “necesario para la vida.” Usted debería —si es que puede—
explicarnos cómo funciona ese aire, y sobre todo, a qué vida —o vidas— le es
necesario? Porque en todo caso, las vidas que han vivido de ese aire, las que
han usado a Martí como life-support, son las de los que han vivido de Martí, y
lo han trajinado para hacerse de cargos, de posiciones, de autoridad, y de
salarios. Dice usted: “Es justo reconocer que, cualquiera que sea la cifra, los
mayores y más rabiosos denuedos contra Martí han venido de la derecha en
servicio a fuerzas y designios del imperio o cómplices suyos. Una cosa y otra
acaban siendo lo mismo, medie o no medie pago contante y sonante de tal
servicio”. ¿Puede decirnos, señor Sande, ¿quién le paga a usted su salario? ¿O
es que lo recibe de Martí? ¿No le pagan a Ud. para que escriba y publique
sandeces como el artículo de marras? Usted es más asalariado que nosotros,
porque en definitivas al gobierno de Estados Unidos le tiene sin cuidado lo que
yo escriba o piense de Martí. Pero usted no puede ser lo mismo de las
autoridades cubanas, porque usted mismo es la prueba más palpable de lo que
digo.
Ahora bien, usted
procede conmigo de la misma manera que con Ponte. Y si no puede encasillarme en
la derecha, alude a mi estudio Martí, la justicia infinita, sin mencionarlo, y
por supuesto, sin mencionar mi nombre. El argumento para no discutir con los
autores y obras que ningunea es este: “No será sensato discutir con quienes,
lejos de vivir bajo la sospecha de estar equivocados, actúan de mala fe, y,
como diría Martí en un discurso de Tampa que citaremos, ¡mienten!”. No es
necesario discutir porque la discusión implica, en primer lugar, reconocer la
existencia del otro. Pero eso no puede hacerse desde un estado de guerra. Lo
más importante, sin embargo, es otra cosa: usted no discute, porque usted es el
que miente y esconde los hechos. Y lo hace de una manera tan burda que
francamente solo puede inspirar lástima y risa. Eso explica que su artículo no
sea sino, como dije antes, la rabieta del que ha sido sorprendido desnudo, y ni
siquiera tiene la excusa de ofrecer algo agradable a la vista. En alusión a la
discusión de los textos martianos de Marinello en mi estudio —discusión que
Carlos Ripoll había empezado mucho antes— Ud. comenta lo ve como “despropósitos
cometidos desde la izquierda pudieran considerarse piezas arqueológicas, y
hasta ser parte de la prehistoria de algún autor, como Juan Marinello, cuyos
desfoques juveniles sobre Martí se ha puesto a veces de moda citar como
descubrimientos, a despecho de la obra fundamental con que él los dejó atrás”.
¿Desfoques juveniles? ¿Juveniles dijo usted? Marinello nació en 1898, y cuando
publicó “Martí y Lenin,” —y también el comentario sobre la lectura de Martí de
Marx en 1935— tenía… 37 años. ¿A eso lo llama Ud. desfoques juveniles? ¿Olvida
o ignora Ud. que el artículo de Marinello fue duramente criticado, y que no
solo no se retractó, sino que se mantuvo en sus trece? No, señor Sande. Usted,
y solo Ud. —Ud. que vive del aire de Martí— es quien ¡MIENTE!
Igualmente en
referencia a mi estudio, usted comenta: “Solo así se puede tratar de presentar
a Martí como un hipócrita, como un taimado enemigo de los obreros, como un
servidor de la burguesía, poco menos que como un agente de las fuerzas
políticas y sociales contra las que luchó”. Le esconde a los lectores mis
argumentos y mis evidencias, la discusión minuciosa de los textos que llevo a
cabo. Pero, claro, usted no discute. Eso lo hace un crítico, un intelectual.
Usted solo puede acudir a la pataleta. Usted ha demostrado que no tiene un
ápice de dignidad, ni de valor. Los autores que ataca sin mencionar seremos
petimetres, pero usted no tiene ni el valor, ni el permiso, ni con qué discutir
con nosotros. No en vano, a pesar de las letanías que eran de esperar, a muchos
de los lectores no se les escapó que su artículo está prácticamente vacío, que
es puro aire.
No es sorprende que
Ud. defienda sin ambages el juicio de Martí —que considera “un llamamiento, de
naturaleza ética”— de que “Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos,
que le roen el hueso a la patria que los nutre”. Niega que esto fuera una
defensa de “la inaceptable práctica del destierro forzoso”. Pero, como tanto
otros vividores de Martí, no nos explica cuál es la ética de ese juicio, ni
cómo puede no ser esto un llamado y legitimización de destierro forzoso. ¿Acaso
no es eso lo que desde hace mucho tiempo se ha venido practicando en Cuba a
través de diferentes vías como excluir —desterrar— del diccionario de la
literatura cubana, y por ende de la literatura cubana, obras y/o autores
molestos? ¿No fue esa frase de Martí la que invocó un noticiero ICAIC en 1980
sobre la salida —acompañada del destierro forzoso— de la “escoria”? ¿No representaba
esa “escoria” los “insectos dañinos” de que había hablado Martí? ¿No es
destierro forzoso lo que usted quiere imponerles a los estudiosos de Martí que
ningunea y niega su cubanía? ¿Puede explicarnos, Señor Sande, cuál es el
sentido ético de esa violencia institucionalizada desde el poder y la censura?
Es por eso que convenientemente Ud. pasa por alto que hay un punto en que los
dos estamos de acuerdo: la Revolución Cubana es la prueba más evidente de a qué
conduce la realización del pensamiento martiano.
(Carta abierta a Luis Toledo Sande. Cubaencuentro, abril 2015)
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