Si de algo
debería estar seguro Rojas es de que la oposición en Cuba, la oposición
silente, es mayoritaria, pues hasta él mismo es parte de ella. Que esté
dividida –como divisivas son sus opiniones en este y otros temas– no significa
que no haya crecido en número y fortalecido ideológicamente en las últimas
décadas. Dadas las características del castrismo, el proceso de concientización
y proselitismo ha sido especialmente arduo.
Sin embargo,
el problema castrista, su misma esencia, es ser el gobierno de una minoría, y
esto, aún en la época de los “grandes logros” que Rojas analiza en su último
libro. La imposibilidad de medir esa presencia fantasma es característica de
los regímenes totalitarios. Y si la oposición organizada se ha hecho eco de lo
que Rojas llama “mecanismos de boicot y obstrucción de la normalización
diplomática” es porque sus planteamientos coinciden con las objeciones de la
mayoría silenciosa, y no únicamente con la “línea política de los congresistas
cubano-americanos y de una parte de la derecha republicana”.
Desvirtuar la
opinión de los que piensan que la normalización es una mala idea, es,
justamente, el dispositivo de “boicot y obstrucción” en que se basó la
negociación. Los obstruccionistas fueron eliminados, dejados fuera de la
componenda. Eran demasiado numerosos, y su experiencia política tenía un peso
considerable: ellos, que habían fracasado en cada iniciativa de acercamiento y
que cargaron hasta ahora con el costo de la dictadura –su suspicacia no es
gratuita. El mecanismo de exclusión liberal, que funciona a las mil maravillas
en otros sectores, dejaba fuera a la disidencia y a la Diáspora, o
mejor, a aquellos grupos que no coincidían “con una parte de la izquierda
socialista”.
Lo que se
combina, más bien, en el actual “cruce de posicionamientos públicos sobre
democracia y derechos humanos” (sic),
es la tendencia cada vez más pronunciada de la administración Obama a legislar
por decreto, a dirigir la política exterior desde la prensa, en conversaciones
secretas y pactos unilaterales, sin consultar al Congreso, unida a la
experiencia de un régimen unipartidista con potestad de decidir por la
totalidad de sus ciudadanos. Ahí está el cruce.
Es en esa
coyuntura donde empalman la fantasía de la administración demócrata y la
disponibilidad raulista. Se esperó 56 años por la aparición de un Presidente
que hubiera leído a Frantz Fanon y “nos entendiera”, y los Castros tenían todo
el tiempo del mundo. Finalmente, la Providencia los premió. Ahora sabemos que
el castrismo fue una ruleta, de ahí la sensación de haber ganado en grande, de
que se trata de la “obstrucción” convertida en victoria.
El argumento
de los “dineros de la USAID” está sacado del manual del perfecto alcahuete
latinoamericano, y por eso no debió ser esgrimido por un analista serio.
Este es el tipo de ataque que esperamos de John Kerry, o de un discípulo de
Saul Alinsky; a no ser que Rojas utilice las técnicas de Tratado para radicales y
pretenda tratar las páginas de La
Razón de México como si fueran el Granma. Aparece allí con exclusividad, como la
única voz digna de emitir comentarios, aún cuando ejerza su opinionismo con absoluta
arbitrariedad: “Así como la oposición subordina su activismo al boicot de la
normalización diplomática, el gobierno cubano reprime para afirmar su soberanía
en medio de las negociaciones con su enemigo histórico.”
La acusación
reiterada de que algunos de los líderes de la disidencia “dependen financiera y
políticamente de organizaciones del exilio” es oportunista y malintencionada.
La Cuba actual no cuenta con una Naty Revuelta que extienda un cheque por 5 mil
pesos para ir a asaltar un cuartel, y mucho menos con una clase empresarial
empeñada en subvertir el orden, ni con una burguesía con los bolsillos
profundos.
La
financiación de la disidencia debe ser bienvenida y alentada con independencia
de las fuentes. La última persona de la que esperaba una protesta de injerencia
foránea, un ataquito de jingoísmo, es un académico capaz de rastrear los
oscuros resortes económicos de cualquier oposición digna de ese nombre.
(Rafael Rojas
contra la oposición. Blog N.D.D.V., julio 2015)
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