El ex ministro
de cultura Abel Prieto, asesor del “Presidente” Raúl Castro, se ha alejado
tanto del ámbito del arte que hoy podría ser Ministro del Interior pues desde
hace años, se ocupa de perseguir a las ovejas creadoras que osan desafiar o
abandonar el redil que la dictadura construyó para tener doblegados a los
artistas e intelectuales.
Aquel afable
editor, estudioso de la obra “lezamiana”, político de base sindical, presidente
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Ministro de Cultura, y
finalmente asesor presidencial, se ha alejado tanto de los asuntos de sus
colegas que hoy solo responde a los imperativos de la dictadura.
Cómo olvidar
la persecución que emprendió contra el intelectual Antonio José Ponte, del que
se ocupó personalmente de acusarlo en público, de expulsarlo de la UNEAC y de
cerrarle las puertas en el ámbito de la cultura, al punto de hacerlo abandonar
una reunión de escritores. Que hoy Ponte se encuentre en el extranjero, en gran
parte se lo debe a él.
Igual sucedió
con el escritor Amir Valle: también sufrió su acoso y su nombre no se podía
pronunciar en su presencia. Ordenó que lo excluyeran de todos los eventos
culturales en el territorio nacional. También le agradece en gran parte, o en
casi toda, que le prohibieran la entrada al país a su regreso de Madrid, a
donde viajó en 2005 para presentar una novela.
Recientemente,
ha trascendido la agresividad con que Abel Prieto desafió a la directora de
cine Rebeca Chávez durante el último congreso de la UNEAC, cuando ella y
algunos directores quisieron que se aprobara una ley de cine que beneficie a
los realizadores y al arte cinematográfico en general. Ni siquiera le importó
que la dama en cuestión haya apoyado a la dictadura por décadas; tampoco le
interesó que sea la esposa del escritor Senel Paz, intelectual de prestigio, en
ese entonces funcionario de la UNEAC –luego renunció al cargo–, compañero de
generación y, hasta donde se conoce, su amigo. Para la mayoría de los
asistentes, la agresividad y la falta de caballerosidad de Abel Prieto –quien
perdió por completo los papeles– dejaron al descubierto su verdadero carácter y
su compromiso con el sistema, dando la espalda a la problemática cultural y a
los artistas.
En mi caso,
también hizo su parte: organizó aquella “espontánea” campaña de recogida de
firmas en mi contra entre las mujeres de la UNEAC. Denunciando la violencia de
género, me pusieron a mí como paradigma del maltratador sabiendo que era
inocente, pero simultáneamente –y es lo más doloroso- se convirtieron en
cómplices de la violencia de Estado contra las Damas de Blanco, quienes
sistemática y públicamente son objeto de golpizas los domingos a la salida de
misa en la iglesia Santa Rita. Igual actitud asumieron cuando a la actriz y
activista de derechos humanos, Ana Luisa Rubio, una horda que respondía a la
Seguridad del Estado, le desfiguró el rostro a golpes.
Abel Prieto,
en presencia de otros artistas, expresó que yo cumpliría los cinco años de
prisión a los que me habían condenado. Luego, cuando en abril de 2015, se
cumplió el plazo para que me otorgaran la Libertad Condicional y me la negaron,
comprendí que no mentía, que eso de ser Asesor del Presidente no era mera
investidura.
Desde hace
muchos años, aquel jocoso intelectual que traicionó a sus colegas, fue
asumiendo el rol de jefe de sector policial; fue mutando hasta convertirse en
otro Papito Serguera en la era del Pavonato. En definitiva, el suyo es el
modelo a seguir si se quiere estar aupado por la dictadura. Quizá sea cierto
aquello de que cuando las personas se acostumbran al poder, luego no saben
vivir sin él, y por mantenerse allí, aceptan las bajezas y contradicciones más
desesperantes y profundas.
Pues ahí lo
tiene el dictador. Entonces que lo use como lo que ya es: un cuadro del
Ministerio del Interior. Y que le aproveche.
(#Cuba Abel Prieto, Ministro del Interior.
Blog Los Hijos que nadie quiso, noviembre 2015)
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