“Tres Tristes Tigres” es una larga colección de cuentos, pedazos de narraciones, etc, una especie de rompecabezas con el que Caín quiere asombrar al mundo y que con la ayuda de “buenos” amigos, de algún crítico que se ha dejado sorprender y el poderoso impulso de las publicaciones de la CIA, ha logrado, al menos, cierta resonancia. Objetivamente: toda valoración de esta obra está falsificada por el amiguismo y la política. Nadie que la lea puede colocar a Caín junto a García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes o Carpentier ni aún Asturias. Sólo “Mundo Nuevo”, por cuenta y riesgo de la CIA, puede hacer semejante ubicación. Es una novela sobre La Habana —sobre una parte de La Habana (tres cuadras de una calle: La Rampa, según confesión del autor), una Habana que ha existido, es cierto, pero no la única. Es La Habana de los borrachos, los homosexuales, los toxicómanos y las prostitutas: La Habana de Caín, en una palabra. En relación con Cuba, la novela resulta extemporánea y pedante, aunque haya intentos de captar el habla popular que sean interesantes. Las parodias de los literatos y escritores que incluye, mal hechas, falsas y sin gracia, están además, coronadas por la irreverencia injustificada y cainesca de una parodia de Martí. Sólo quien ha perdido todo concepto de amor a la Patria y a su historia podía haber hecho lo que ha hecho Cabrera con el Apóstol: el equivalente literario de lo que hicieron los marines americanos en la estatua del Parque Central.
(Las respuestas de Caín. Verde Olivo, noviembre 1968)
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