García Vega cita ahora un libro suyo que, en mi opinión con justicia, fue muy criticado en Lunes: “Yo en mi Antología de la novela cubana, dije de Carlos Enríquez: “el afán por lo vital, excesivo en el novelista, al no partir desde un centro poéticamente vivido, toma la endeblez de lo buscado en demasía, con airecillo molesto de esnobismo ... Lo afiebrado y lo mórbido, he ahí las notas predominantes en la novela de Carlos Enríquez; pero carecen éstas, sin embargo, de centro reminiscente, de imagen estructurada en lo vivido”. Así como yo vi, y sigo viendo, la expresión plástica de Carlos Enríquez, como una manifestación de ese afrancesamiento de noventa millas (en Cuba, para muchos afrancesados, París estaba a noventa millas) que servía para ofrecerle a los extranjeros, haciéndolo pasar por pura cubanía, un folletín surrealista donde la violencia se mostraba con un efectismo pueril.” No parece haber, según García Vega, diferencia de calidad entre las novelas de Carlos Enríquez –no exentas de interés, pero ciertamente prescindibles– y su obra pictórica. Campesinos felices, El rapto de las mulatas, El rey de los campos de Cuba, Virgen del Cobre, Dos Ríos: todo ello es “folletín surrealista” y “efectismo pueril”, como, según García Vega ha afirmado en ocasiones anteriores, Fuera del juego es “periodismo disfrazado de poesía”, De donde son los cantantes puro origenismo y Piñera, a pesar de su gusto por el absurdo, no logra “superar la Forma”.
Este juicio de García Vega no hace más que reproducir, sin los aciertos expresivos de Guy Pérez Cisneros, la crítica de este a Carlos Enríquez en Espuela de Plata, que manifestaba, en el terreno de la pintura, la posición de la generación que en Orígenes alcanzaría su "definición mejor" contra la que le antecedía. Cuando García Vega dice que a ellos los consideraron enemigos los de la generación de Carlos Enríquez, olvida que fueron los de Orígenes, los más jóvenes, quienes primero atacaron a aquellos, como es de rigor en las pugnas generacionales. Quien revise aquella polémica (que Hernández Busto ha ofrecido en su blog casi entera, incluyendo dos escritos que habían permanecido inéditos hasta ahora) podrá advertir que Pérez Cisneros acusa a Carlos Enríquez de ofrecer, a partir de una imitación superficial de la vanguardia europea, una imagen pintoresquista de Cuba, basada en el trópico, el campo, el afrocubanismo y una sexualidad intrascendente, frente a lo cual el crítico reivindica una cubanidad profunda que no estaría ya en el objeto, sino en la mirada. He aquí, evidentemente, un capítulo más de la controversia entre Orígenes, con su aristocrático penchant por la Cuba secreta y los interiores coloniales, y los “vanguardistas” de la generación anterior, que elevaron al negro, el campesino y el trópico a símbolos universales de lo cubano.
Frente a la durísima crítica de Pérez Cisneros y de ese editorial de Espuela de Plata inédito hasta ahora, creo que habría que reivindicar a Carlos Enríquez, pues él no sólo sí sabía escribir, sino que es un artista imprescindible en nuestro imaginario nacional. Nos puede gustar más o menos que Mariano, más o menos que Amelia Pélaez, más o menos que Portocarrero (los tres pintores de Orígenes), pero es uno de los grandes pintores cubanos. Que a estas alturas, cuando aquella lucha generacional carece de actualidad y de sentido, García Vega le niegue la sal y el agua, resulta, en mi opinión, lamentable. Su artículo dice muy poco de Carlos Enríquez, pero mucho del propio García Vega, de lo poco que él tiene que decir.
(García Vega, Carlos Enríquez y los debates de Orígenes. Blog Cuba: la memoria inconsolable, febrero 2007)
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