¿Qué se podría esperar de un movimiento intelectual de un país que es convocado a firmar un libro apoyando el fusilamiento de varios jóvenes que intentaron abandonar el país secuestrando una lancha de pasajeros como rehenes? Valga agregar que no lastimaron a persona alguna, y que los extranjeros que vivieron la experiencia, con posterioridad, se manifestaron contrarios a la medida de pena de muerte a la cual fueron sentenciados. Sin embargo, a través de llamadas telefónicas, se les citó a plasmar su firma, nada más y nada menos, que para mostrar su aceptación para esas muertes.
La cobardía del movimiento cultural cubano jamás tuvo más miseria que en esos días. A mi respetiva llamada y consiguiente negativa, pude constatar la confusión de la funcionaria que convocaba. Era como si no entendiera la negativa rotunda con que le respondí, y aprovechando su titubeo le dije que me avisara si habría otros libros para los que no estaban de acuerdo. Precisamente en la confusión de dicha funcionaria, comprendí que con anterioridad no había recibido otra negativa. A lo sumo, algunos escudaron la invitación y aceptaron asegurando que pasarían en algún momento por la oficina de la UNEAC.
No habría que asegurar que muchos que firmaron estaban en total desacuerdo con la extrema medida. Pero -miserablemente- me confesaron, y así se los hice saber, que muchos reconocieron y firmaron porque la medida auguraba extremismo y la posible persecución contra aquellos que no mostraran su simpatía y apoyo a los designios de los hermanos Castro. La mayoría justificaba que la medida fue para salvar la “revolución”, pues si continuaban los secuestros aéreos y marítimos, podía iniciarse una invasión a la Isla. De cierta manara, todos los firmantes se salpicaron de sangre cuando la bala rompió sus cráneos.
Pero ninguno como el poeta Roberto Fernández Retamar, miembro en ese entonces del Consejo de Estado, y por ende, uno de los que apretó directamente el gatillo contra esos jóvenes que no tenían más anhelo que alcanzar un futuro lejos de la miseria vividas en sus cortos años de vida y comprendiendo que el futuro no vislumbraba mejoría.
Desde esa misma casa del poeta mencionado, se planeó el ataque público contra mí persona -a sugerencia del ex ministro de cultura y hoy asesor del presidente Raúl Castro, Abel Prieto- en los manejos oscuros y manipulaciones en el sector de la cultura, para contrarrestar el malestar internacional por mi encarcelamiento.
Próximamente celebrarán otro Congreso de la UNEAC, como los anteriores, y no sucederá un cambio sustancial a partir de las propuestas que allí se viertan, “Pasará por nuestras vidas, sin saber que pasaron”.
(Los sumisos miembros de la UNEAC. Blog Los Hijos que nadie quiso, enero 2014)
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